Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Absoluta anormalidad

La gente en la calle se debate entre el miedo y cierta sensación de cansancio que conduce a la indolencia

La Atención Primaria está en Sevilla colapsada, como en el resto de Andalucía. Lleva así semanas. Lo reconoció el otro día en el Parlamento el presidente de la Junta, pero no hacía falta. Intente conseguir una cita con su médico de cabecera en su centro de salud y verá lo que es bueno. Eso, si tiene la suerte de que alguna vez le descuelguen el teléfono. Los profesionales de los hospitales de la ciudad están con las carnes abiertas. En el Virgen del Rocío hay ya más de tres plantas llenas con enfermos de coronavirus y la cifra no deja de crecer, por lo que todas las alarmas están encendidas y se teme de forma inminente una situación igual o peor que la de primavera. Los datos no son malos, sino muy malos, y Sevilla concentra en los últimos días un tercio de todos los nuevos casos que se registran en la región.

En medio de todo este panorama parece que la única solución que encuentran los que tienen la responsabilidad de que las cosas no vayan todavía peor es cerrar los bares más temprano, y meterle un nuevo rejón al sector que está pagando más platos rotos en una crisis que nos afecta a todos, y ponerle mascarillas a los que corren por la calle. No parece que esto vaya a ser suficiente. Lo malo es que cuando se den cuenta va a ser ya demasiado tarde. No sé si el toque de queda -término con reminiscencias de cuartelazo muy impropio de los tiempos que vivimos- es útil o no para contener la marcha imparable del virus, pero si este fin de semana se han seguido haciendo botellonas en Sevilla, como todos los anteriores, tendremos una clara evidencia de que estamos cosechando un fracaso en toda regla.

La gente en la calle se debate entre el miedo a la enfermedad y al paro y cierta sensación de saturación y cansancio que conduce a la indolencia, especialmente entre los jóvenes que, por las cosas de la edad y de la propaganda machacona, se creen inmunes. Son ya muchos meses los que llevamos acumulados de absoluta anormalidad y de fingida adaptación a una situación en la que es muy difícil desenvolverse. Y cunde la sensación de que esto va para largo. Si hasta hace apenas un mes la esperanza de una vacuna rápida ocupaba titulares en los medios de comunicación, ahora se ve mucho más lejana y nadie se atreve a hacer vaticinios. Nos esperan tiempos complicados. La normalidad se ve lejos. No va a bastar con que se pongan en marcha medidas más o menos contundentes desde la Administración. Por mucho que lo sean no van a servir como cada uno no se responsabilice de su ámbito más cercano para intentar poner coto a una situación que claramente se ha ido de control.

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