Cuchillo sin filo

francisco Correal

Abuelos

EL abuelo Eulogio habría cumplido hoy 92 años. Nació en 1922 en Santa Olalla de Cala, el mismo pueblo de Huelva donde vino al mundo su mujer, Pilar, que nació el último día del año 36, el día que murió Miguel de Unamuno. El abuelo Eulogio murió en septiembre de 2005. Ese año, el Betis, su equipo, eliminó al Athletic de Bilbao en la Copa del Rey y vio con sus yernos el gol del trianero Dani que significó el triunfo en la final frente al Osasuna. Como en el 77, el Cádiz subía a Primera y el Liverpool ganaba la Copa de Europa. El abuelo no se hace, sino que nace. Con cada niño nuevo nace un abuelo. Lo digo no sin dolor porque el mío vino al mundo dos días antes de que muriese mi padre. Si no fuera por la numantina resistencia de la abuela Maruja, habría venido a un mundo despoblado de abuelos.

Apenas una hora después de que el Betis le ganara al Athletic en partido de Copa, un nuevo niño venía al mundo y traía de escolta a un nuevo abuelo Eulogio, el hijo del que hoy cumpliría los 92 años. Le han puesto Gonzalo, y el destino ha querido que su bisabuelo, que llegó a Sevilla en el 36, fuera bautizado por su primer destino laboral como el rubio de Casa Gonzalo, un establecimiento señero fundado por un tabernero montañés que todavía luce su palmito junto a la Catedral, famoso por sus huevos al nido, con las reformas del arquitecto Joaquín Díaz Langa.

Los padres de Gonzalo son él de Sevilla, especializado en el diseño de aviones, ella de La Palma del Condado, maestra en un colegio de la localidad que Summers inmortalizó en el cine. Pero como el amor es muy caprichoso se conocieron en un curso de aprendizaje de inglés en Cork, en Irlanda. El niño nació en la clínica de Santa Isabel, muy cerca del campo del Sevilla, y entre las visitas, recién llegado del campo del Betis, estaba su tío-abuelo José Mari, virtuoso del chapú, histórico de la centuria de los armaos de la Macarena.

Nueve años después de su último cumpleaños, el abuelo Eulogio ha encontrado relevo. Dicen que es la paternidad más gozosa, el magisterio de la sabiduría, ese tercer peldaño de la vida que el pragmatismo de nuestra sociedad tiende a convertir en rémora, en trastos viejos, como en La balada del Narayama de Shohei Imamura. Con el nuevo triunfo del Betis sobre el Athletic, ha vuelto el espíritu del rubio de Casa Gonzalo, el tabernero de posguerra que sirvió el último café a Galerín.

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