Siempre me resultó difícil de entender por qué los ciclos de los entrenadores son tan cortos. Ya son cortos incluso en Inglaterra, pues desde el adiós de Sir Alex Ferguson ya se instaurado también eso de que la cuerda siempre se rompe por el lado del entrenador. ¿Por qué el éxito dura tan poco para el entrenador? Dicen que la convivencia deteriora y que es muy complicado mantener el pulso con los mandarines del vestuario, pero debe haber más.

Y viene esto a cuento por la situación que atraviesa Julen Lopetegui tras haber conseguido el milagro de meter en tres cursos consecutivos al Sevilla en la Champions. Esa hazaña debería ser motivo más que suficiente para un crédito mayor, pero lo cierto es que el presente que vive no presagia un futuro bueno. Y si, además, se observa el calendario inmediato es como ver una historia para no dormir, pero insisto en que pienso que el vasco merecería más crédito.

Ha sido víctima de la obligada y nunca bien explicada venta de dos pilares tan fundamentales como los dos centrales. Ellos dos, con Bono y Fernando, han sido los contrafuertes para unas campañas tan exitosas. Se fueron y ya Bono no parece tan insuperable y Fernando sólo hay que verlo para comprender cómo añora a los dos cíclopes que se fueron. En cuanto al gol hasta se añora a Luuk de Jong tras la sequía de En-Nesyri, el bajón de Ocampos y las intermitencias de Rafa Mir.

Sin duda alguna, a Julen le fueron debilitando el equipo en aras a paliar una economía incomprensiblemente deficitaria. Puede que también esté lastrándole que su discurso no cale en el vestuario como antes, pero sigue siendo una incógnita la de que a la valía de un entrenador le llegue tan pronto la fecha de caducidad. Y una pregunta clave en todo esto sería la de si el Sevilla habría vendido a los dos centrales a sabiendas de que el viento iba a torcerse de esta manera.