La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Adiós al último cine

Con el Cervantes Sevilla pierde a la vez su último espacio escénico del XIX y su último cine

Tras dos años y medio de cierre, desde aquel funesto marzo de 2020 de confinamiento, se confirma lo que algunos -pocos, no nos engañemos- temíamos: el Cervantes no volverá a abrir las puertas que, como teatro, se abrieron por primera vez el 13 de octubre de 1873 con las representaciones de La dama boba de Lope de Vega y El último día de Luis Montoto y José de Velilla. Ya no queda ningún cine en Sevilla. Ni tampoco, derribado en 1973 el teatro San Fernando inaugurado en 1847, ningún espacio escénico del siglo XIX. Sobrevive un multicines, el Avenida, que en su día fue un cine. Y quedan las multisalas de los centros comerciales. En ellas se proyectan películas, sí, pero no son eso que se llamaba un cine desde que en la década de los 10 del pasado siglo empezaron a abrir adaptándose teatros o construyéndose salas de nueva planta.

Un cine -cosa que ya pocos han conocido- era un local autónomo, independiente, en el caso de los de estreno de hermosa arquitectura y rica decoración, en el que únicamente se proyectaban películas en una oscuridad tan absoluta que, si se entraba comenzada la sesión, el espectador tenía que ser acompañado a su localidad por un acomodador provisto de linterna.

La historia del auge y caída del cine -del arte y el espectáculo del cine, no de las plataformas y las multisalas de centros comerciales- está representada por el nacimiento y la muerte de las salas de cine como símbolo de la independencia y poderío de este nuevo arte. Nacido en salones de cafés o barracones de feria, se instaló después en teatros para, a partir de los años 10 del pasado siglo, darse el lujo de que se empezaran a construir edificios destinados a las proyecciones. Entre los primeros de España, el Doré y el Ideal de Madrid inaugurados en 1912 y 1916. En Sevilla el cine fue ocupando los teatros del Duque, Cervantes, San Fernando, Llorens o Imperial, construyéndose en 1925 el primero de nueva planta, el Pathè.

La caída causada por sucesivas crisis empezó con los multicines, unos de nueva planta (Alameda, los primeros) y otros resultantes del descuartizamiento de los antiguos cines (Avenida, Bécquer, Florida, Rialto). Después se consumó con las multisalas de centros comerciales. Y las películas, perdidos sus hermosos espacios propios y su orgullosa independencia, volvieron a exhibirse en una moderna versión de aquellas ferias y verbenas. Y esto es historia, no nostalgia.

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