La ciudad y los días

carlos / colón

"¿Adolf? ¿Qué Adolf?"

LA victoria del Frente Nacional en Francia -parte del preocupante ascenso de otros partidos de extrema derecha en Austria, Finlandia o Suecia- se parece a la victoria de los partidos de extrema izquierda en Grecia o a su ascenso en Italia y España. Ambos extremos se benefician del cabreo -también hay "indignados" que votan a la extrema derecha- de quienes están hartos de que los partidos "tradicionales" sean incapaces de reconocer, afrontar y solucionar sus problemas.

Cuando estos partidos no hacen sus deberes, los extremistas prometen hacerlos. Es mentira pero, ¿qué más da? En Francia ni los Republicanos, ni los socialistas, ni lo poco que queda de los comunistas, han hecho sus deberes. El resultado ha sido el escalofriante ascenso de la extrema derecha en un país que tanto sufrió a causa de ella (¿alguien recuerda Vichy?). No se olvide que el Frente Nacional fue creado por el antisemita y negacionista Jean Marie Le Pen que formó la tríada neofascista con Giorgio Almirante del MSI y Blas Piñar de Fuerza Nueva. Que ésta, tras disolverse en 1982, reapareciera en 1986 bajo el nombre de Frente Nacional no era casual.

En España, los "viejos" partidos tampoco han hecho sus deberes. La conjunción de la crisis con los escándalos de corrupción en el PP y el PSOE han desbrozado el camino a Ciudadanos y Podemos. El primero le come terreno al centro derecha y al centro izquierda. El segundo, que ha sabido encauzar los movimientos "indignados", se ha zampado a la mortecina IU y a un PSOE en caída libre desde Zapatero. Caída que, de momento, Sánchez no ha podido remediar: parece tan claro que Pablo Iglesias ganó el debate del lunes como que lo perdió Sánchez.

Uno de los datos más desasosegantes de Francia es que el Frente Nacional sea el partido más votado por los jóvenes de entre 18 y 24 años y los obreros. No se trata de viejos o cabezas rapadas. Le Pen ha lijado las artistas más agresivas del FN, ha mandado a paseo a su señor padre y ha logrado que muchos olviden su origen neofascista. Su estrategia es parecida a la reconversión de los partidos comunistas en la Europa Occidental de los 70, cuando la famosa respuesta del ex nazi de Un, dos, tres -"¿Adolf? ¿Qué Adolf?"- se convirtió en "¿Stalin? ¿Qué Stalin?". Quizás Le Pen y otros colegas suecos o austríacos estén inventando el eurofascismo del "¿Benito, qué Benito?", "¿Petain? ¿Qué Petain?" y, por supuesto, "¿Adolf? ¿Qué Adolf?".

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