SEVILLA Acoge recibe las condolencias y las lágrimas por la muerte de su fundadora, Reyes García de Castro. Los sevillanos procedentes de la inmigración se han quedado huérfanos de una mujer sobresaliente que llevaba África en el corazón desde que a partir de 1978 trabajó en Malí y Alto Volta y fue capaz de crear, en 1985, cuando todavía no había pateras en los telediarios, la primera ONG española centrada en dar formación, empleo e integración social a la silenciosa marea humana procedente del Magreb, del África subsahariana y de Latinoamérica.

Galardonada con la Medalla de Oro de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, Reyes formaba parte de la generación de cristianos de base que no perdía el tiempo en besamanos y levantás porque estaba en juego vivir sus convicciones con coherencia para atender al prójimo sin fronteras y sin exclusiones dentro y fuera de Sevilla.

Gracias a la labor pionera y a la mano invisible de entidades como Sevilla Acoge, la mediación intercultural protagonizada por los extranjeros formados en sus filas es una realidad que ha evitado o paliado infinidad de casos personales y colectivos, reduciendo muy mucho la tensión de la explosión demográfica en los años de efecto llamada. Todo lo que la política no sabe hacer ni en la teoría ni en la práctica, porque sus mentores a dedo carecen de la mundología ni de las ganas de enfrentarse a cualquier día y hora a quienes huyen de las mafias, quienes se desesperan por la escolarización de sus hijos, quienes llegan con el título de ingeniero y no les vale ni para barrenderos, o quienes dan tumbos en comisarías o comedores sociales, Reyes y los suyos han puesto en pie métodos, organizaciones, empresas, convenios y demás pilares de una solidaridad moderna que jubila la beneficencia trasnochada y estéril.

El Ayuntamiento hace el ridículo dando medallas y calles a personas que no han mejorado Sevilla y el mundo ni la milésima parte que Reyes García de Castro. Osada es la ignorancia.