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Rafael / Padilla

Agoniza la filosofía

PERSEVERANDO en el disparate de nuestras sucesivas reformas educativas, el próximo curso, cuando la Lomce se aplique en su integridad, la filosofía, una disciplina nuclear en la formación del alumnado, pasará a ser residual. En concreto, de las tres asignaturas relacionadas que hasta ahora se imparten -Filosofía, Valores Éticos e Historia de la Filosofía- sólo la primera será obligatoria en 1º de Bachillerato. El resto dependerá de cada comunidad autónoma. Así, un estudiante podrá terminar la ESO y salir a la calle, con sus 16 años recién estrenados, sin haber tenido el menor contacto con los muchos pensadores que han ido conformando el legado occidental, el fundamento y la estructura de nuestra forma de ser y estar en el mundo.

En la idea, por supuesto equivocada, de que hay que eliminar de la enseñanza todo aquello que no tiene una utilidad inmediata, material y simplista, la filosofía acompañará a otros tantos conocimientos desterrados (la literatura, la música, la historia…). Según los diseñadores del nuevo hombre, éstos estorban en la tarea de construirlo sumiso, necio y eficiente. Desde luego no los creo ignorantes de que sin filosofía no hay pensamiento crítico ni libertad individual. Es en su estudio donde el joven adquiere la valiosa habilidad de hacer y hacerse preguntas, una destreza supongo que peligrosísima para el sistema. Me parece una sustracción imperdonable, aunque, por otra parte, no exclusiva de nuestra tierra: el Gobierno japonés, por ejemplo, está proponiendo hoy a sus universidades el cerrar, por inútiles y etéreas, las facultades de humanidades para centrarse en las más técnicas. Como si los ingenieros pudieran resolver los conflictos verdaderamente cruciales del ser humano.

Esta tendencia pragmatoide y dañina es, pues, un mal que se extiende por nuestras sociedades tecnificadas. Nadie mejor que un sabio para explicar sus últimas consecuencias: señala Emilio Lledó que tal deriva "significa la muerte de la riqueza más grande de un país, que es la cultura". La filosofía, añade "ocupa una función esencial, porque nos obliga a pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre la verdad". De esto, al cabo, debe ser de lo que se trata: de asesinar en la cuna cuanto nos otorga una opción de auténtico progreso personal y colectivo. Agoniza la filosofía y, con ella, una buena parte de nuestra futuro, de nuestra esencia y de nuestra dignidad.

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