Tomás garcía rodríguez

Doctor en Bilogía

Aguas y fuentes históricas de Sevilla

Las aguas de Tomares se traían a Sevilla en cántaros de barro para venderlas en puestos

En la primitiva Spal fenicia, el germen de Sevilla, implantada desde el siglo VIII a. de C. sobre islotes entre lagunas y ríos, el principal abastecimiento de agua lo constituían los cauces fluviales que la atravesaban. Con el paso de los siglos, las corrientes y el subsuelo aluvial comienzan a contaminarse por aportes malsanos procedentes de pozos negros, muladares, vertidos de actividades artesanales, ganaderas e industriales. En la Hispalis imperial se inicia la explotación de recursos hídricos en terrenos circundantes, construyéndose los Caños de Carmona, que conectan con un manantial en Alcalá de Guadaíra cuyas cañerías desembocaban en una puerta de la cerca romana en la zona de San Leandro-Santa Catalina, distribuyéndose imbuidas dentro de la propia muralla. Con el colapso del Imperio, el acueducto entra en desuso hasta que los almohades lo restauran, levantando un depósito en el interior de Ishbiliya para el suministro al Alcázar, mezquitas... y baños, donde el agua iguala a los hombres como ansía un poeta andalusí: "El hammam es un lugar en el que los hombres, reunidos, se parecen todos... El hombre se codea con gentes que no son sus amigos, y su enemigo puede ser su compañero".

Los Caños alimentarían fuentes públicas de plazas emblemáticas: la Encarnación, de 1720, la más antigua que permanece; la Alfalfa, hoy desaparecida; la Magdalena, un pilar heterogéneo de gran belleza; la de San Francisco, con réplica actual; la del Museo, de corta vida... Esta magnífica obra hidráulica sería demolida en 1912 por razones urbanísticas, quedando restos a la vista de tres tramos cortos.

A partir de 1574 se explota un venero de excelente calidad situado en terrenos del antiguo camino de Carmona, la Fuente del Arzobispo, que abastecería a fontanas desaparecidas o trasladadas: las seis existentes en la Alameda de Hércules, con cuatro caños cada una, que servirían de colector principal; una en la plaza de San Lorenzo; la monumental del Duque, con un obelisco central... Manuel Machado imagina los tintineos parlanchines de chorros de noches en vela: "No se callaba la fuente,/ no se callaba.../ Reía,/ saltaba,/ charlaba...y nadie sabía / lo que decía.../ Cuando la aurora volvía".

Desde épocas ancestrales, las aguas de Tomares han sido transportadas hasta Sevilla en cántaros de barro sobre bestias, con puntos de venta estables como el recordado Puesto de Aguas en el Paseo de Colón. El arrabal trianero, interceptado por el Guadalquivir, se nutriría en origen del caudal fluvial y de pozos insalubres hasta que en 1850 se efectúan unas conducciones que llevarían el demandado líquido tomareño hasta la Casa de las Aguas en la calle Betis, para su posterior reparto por el barrio.

Los aguadores son protagonistas en La ilustre fregona de Cervantes,: "...mas otra cosa nos falta ahora, que es buscar quien vaya por agua al río; que también se me fue otro mozo que con un asno que tengo famoso me tenía rebosando las tinajas y hecha un lago de agua la casa...".

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