TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

EL Guadalquivir, cuya transferencia ha sido uno de los grandes caballos de batalla de la Junta de Andalucía, es, probablemente, uno de los ríos con mayor intervencionismo público del mundo. Operan en sus aguas, lo vigilan, lo estudian, lo regulan, etcétera, etcétera, la Confederación Hidrográfica, la Dirección General de Costas, la Comandancia de Marina, la Autoridad Portuaria, la Agencia Andaluza del Agua, el Ministerio del Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, la Consejería de Medio Ambiente, el Patronato de Doñana y hasta el Grupo Antidroga de la Guardia Civil. Pues bien, todos estos organismos que cuestan un dineral al contribuyente guardan un sepulcral silencio sobre un fenómeno apreciable a simple vista desde hace meses: la turbidez del cauce desde aguas arriba de Sevilla. Han sido los sufridos arroceros quienes han tenido que dar la voz de alarma sobre la gravedad de la situación: el Guadalquivir arrastra ingentes cantidades de lodo (19 kilos por cada mil litros de agua llegó a registrar una piscifactoría de Trebujena) y presenta una salinidad anormal para estas fechas. Mientras en la última captación de los arroceros en 2007 la concentración salina no superó el gramo por litro durante la etapa inicial de llenado de las tablas de arroz, ahora estas concentraciones son superiores a los 3 gramos, con puntas de 4 y 5 gramos. Esta diferencia sólo puede explicarse por cambios morfológicos en la desembocadura o en el lecho, aunque desde la Administración se niega un desembalse masivo de la presa de Alcalá o un exceso de dragado para ampliar el canal de navegación. Ha habido lluvias más copiosas esta primavera, pero no han sido torrenciales como para pensar en una erosión masiva que llenara de sedimentos el cauce. Lo cierto es que el río ha dejado de ser cristalino y dulce para devenir en fangoso y salado, un cambio drástico que puede acabar con el arroz y la piscicultura y hasta colmatar las ya enarenadas marismas de Doñana. Como gráficamente han expresado los arroceros, sin que se haya producido aún el cambio climático el océano Atlántico ya está llegando hasta Sevilla.

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