AL contrario que a los familiares de los pescadores del atunero Alakrana, secuestrados hace cuarenta días por piratas somalíes, a todos los demás agentes implicados, o que quieran implicarse, en el caso debe exigírseles discreción y prudencia, así en lo que hacen como en lo que dicen.

Las familias quedan eximidas de esta exigencia de responsabilidad por su propio sufrimiento y miedo invencible. No así los partidos políticos, personajes públicos y comentaristas, cuyos enfoques, intereses y posicionamientos tienen que ser deudores del objetivo fundamental del momento: conseguir que nuestros paisanos, y los demás marineros embarcados con ellos, vuelvan sanos y salvos.

Mejor si vuelven sin que haya habido que pagar un rescate que ya es, de por sí, una garantía de que los neobucaneros continuarán actuando, y mejor aún si se les puede capturar y hacer comparecer ante la Justicia española sin poner en peligro las vidas de los rehenes. Pero que éstos vuelvan como sea. A día de hoy parece que será imposible lograr la liberación de los pescadores sin engordar la caja pirata y libertar a los secuestrados arrestando a sus captores (al contrario, el traslado a España de dos de los piratas, por orden de la Audiencia Nacional, ha obstaculizado objetivamente la salvación).

Da pena que en España se demuestre imposible lo que en otros países desarrollados es una verdad perogrullesca: en situaciones de emergencia nacional todo el mundo se coloca detrás de su Gobierno, le pide información, la administra discretamente, le anima y le respalda en su gestión de la crisis. Aquí no. Aquí se critica al Gobierno por sistema y se proclama constantemente que lo hace mal, que lo ha hecho mal desde el principio, aunque cuidándose de no concretar qué. Se denuncia que haya detenido a los dos piratas, pero se hubiera denunciado también si los hubiese dejado libres; se rechaza que vaya a pagar parte del rescate, igual que se habría rechazado una operación militar. No se quiere caer en la cuenta de cuánto favorecen estas disputas públicas a la causa de los malhechores, que las conocen y fomentan.

Cuando termine la pesadilla y regresen a casa el Alakrana, su patrón y su tripulación, habrá que analizar y debatir exhaustivamente cómo ha gestionado el Gobierno el caso, si ha sido blando o duro, si ha errado la vicepresidenta yéndose a Argentina en plena dirección del gabinete de crisis y si ha adoptado todas las medidas que la legalidad vigente le permite o ha tenido, y debido, que sortearla. Y también si los armadores de los atuneros han de mandar sus barcos y sus hombres dentro de la zona delimitada, y protegida, por la UE, exponiéndolos a un riesgo máximo por una pesca más abundante.

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