TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Ahora llegan las prisas

UNO de los defectos más enraizados en la sociedad española es su vocación de cigarra, que además se mofa de la hormiga. Es capaz de atisbar las señales de que vienen mal dadas, pero prefiere contemporizar en lugar de anticiparse al problema. Ahí se calibra lo que nos falta de cultura emprendedora. De prevenir antes que lamentarse. De tomar decisiones cuando no son comprendidas porque todavía estamos viviendo de las rentas. De emprender reformas que los expertos argumentan como imprescindibles, pero se demoran ad infinitum por miedo al corto plazo de las protestas y las incompresiones. Ahora, con un panorama económico desastroso, señalada mundialmente España como el gran lastre de la Unión Europea, treinta meses después de estallar la crisis financiera internacional, ahora llegan las prisas para reformar, para la austeridad, para los pactos.

Una vez más, en España (con más de cuatro millones de parados), en Andalucía (con más de un millón) y en Sevilla (con más de 200.000), se espera al Cuanto peor, mejor para gobernar con menos miedo a las reticencias. Para operar al enfermo por la vía de urgencia, confiados en que, en esa circunstancia, resulta más fácil llegar a acuerdos y decirle que no a quien corresponda. Y no crean que la reacción llega por solidaridad con los pobres. Es porque el mundo le ha recortado definitivamente el crédito de la credibilidad a las autoridades españolas, y se les caen de golpe los palos del sombrajo de la realidad virtual en la que se mueven y que nos propagan.

Es imposible que seamos competitivos si tardamos mucho más tiempo que el resto de países con ínfulas en el proceso que transcurre desde que los vigías y los indicadores alertan del problema emergente hasta que se toman las medidas prioritarias y estructurales. Sin velocidad de reacción, podemos hacernos la foto con Usain Bolt. Pero, cuando aún estamos clavados en los tacos de salida, él ya ha llegado a la meta.

Diez años de renta perdidos por ufanarnos de un desarrollo financiado con crédito de otros países. Treinta meses dilapidados, a la espera de que la providencia nos evitara mirarnos al espejo de nuestro fracaso educativo, el apalancamiento inmobiliario y el despilfarro presupuestario en el sector público. Ahora no podemos perder más tiempo en marear la perdiz y enredarnos en el reparto de culpas. Es un fallo colectivo de una sociedad maquillada con muchas capas de mentira. En la política, en los empresarios, en los sindicatos, en los trabajadores, en las universidades, en la cultura, en los colegios profesionales, en las asociaciones, en el periodismo. Instalados todos en la cultura de la apariencia, ahora toca zafarrancho. Y tantos ciudadanos que son parados de larga duración seguirán siendo, desde su calvario personal, agudizado durante años de miedo a las reformas, la base sobre la que se sostiene un sistema tan ineficiente.

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