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DESPUÉS de que los irlandeses hayan refrendado con una considerable mayoría el Tratado de Lisboa, sólo resta una ínfima minoría para que la reforma entre en vigor. Si hace unas décadas Henry Kissinger menospreciaba a Europa como ente político común porque no sabía cuál era su número de teléfono, el nuevo Tratado viene a definir a las claras quién será el representante de la Unión Europea (UE) ante los líderes internacionales. Entre las novedades del texto, hay dos que ayudan a la UE a convertirse en un actor internacional con personalidad propia junto a Estados Unidos, Rusia, China, la India y Brasil. La UE contará con un presidente estable que sustituirá la actual rotación de la presidencia de los países cada seis meses y, además, el Alto Representante se convertirá en una suerte de ministro de Exteriores de la Unión. El Tratado envía un mensaje de cohesión y fortaleza a la comunidad internacional, que fueron precisamente las mismas razones que alumbraron el nacimiento del euro. ¿Qué hubiera ocurrido con las antiguas monedas nacionales si hubieran tenido que afrontar por su cuenta la crisis actual? Posiblemente, la naciente Unión siga sufriendo un déficit democrático. La elección del presidente, por ejemplo, se dirime en altos despachos de espalda a la ciudadanía. Pero se dan pasos y este proceso, que no está cerrado, contempla mecanismos de mejora. Sólo el presidente checo, Václav Klaus, que ni siquiera el Parlamento ni el Gobierno de este país, intenta maniobrar para que el Tratado no entre en vigor, al alentar a un grupo de senadores a paralizar el proceso con un nuevo recurso ante el Tribunal Constitucional. La jugada tiene mucho que ver con la posibilidad de que los conservadores ganen en mayo en el Reino Unido, porque si aún no está aprobado el texto por todos los Estados, el Partido Conservador someterá el Tratado a referéndum y hará campaña en su contra. Klaus va a sufrir muchas presiones en estos días, pero si a pesar de ello triunfa la dilación, un grueso de países europeos decidirá ir por su cuenta y se verán obligados a crear otro tipo de Europa dentro de la UE. Esta construcción es lenta y se debe contar con todos, pero no sería justo dejar el desarrollo de la Unión en las manos de quienes no han creído nunca en ello.

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