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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Aire fresco anglosajón

LAS elecciones británicas son un soplo de aire fresco para el continente. Los modos son más corteses y la fórmula de elección, con su lado injusto, también tiene una vertiente de democracia directa, que tanto complace a los ciudadanos de los Islas y a algunos más. Un sistema uninominal a una sola vuelta. Son distritos de 70.000 habitantes, con lo que un candidato independiente tiene posibilidad de hacer su campaña y darse a conocer a sus convecinos. Quien más votos saca se queda el escaño, lo que significa que todos los electores saben quién es su representante en los Comunes, no como en España que el candidato número 17 por Madrid de uno de los dos grandes partidos no sabe nadie ni cómo se llama ni qué cara tiene. Si los ciudadanos de un distrito tienen un problema, buscan a su diputado, quien por la cuenta que le trae se ocupará de encontrar una solución.

Si los diputados de un partido son díscolos con la dirección, pero tienen la consideración de sus votantes, difícilmente el aparato de la organización podrá desprenderse de ellos, porque ponen en riesgo la pérdida del escaño. E incluso si le expulsan lo pueden ver presentándose por su cuenta y conservando el acta de diputado. Y los diputados de un partido en el Gobierno pueden rebelarse contra su jefe, el primer ministro, y votar su sustitución. Ése es el poder que tiene un diputado en el Reino Unido y no tiene en absoluto en España.

El resultado electoral ha sido decepcionante o estimulante, según se mire. Cameron deberá gobernar con Clegg, un joven a quien recuerdo en los 90 en su despacho de la planta 10 del edificio Breydel de la Comisión Europea, en Bruselas, cuando estaba en el gabinete del muy listo, conspicuo y thatcheriano Leon Brittan. Sir Leon no pudo ganarlo para la causa conservadora y ahí lo tienen, de tercero en discordia. Clegg es nieto de una baronesa rusa, hijo de una holandesa, marido de una española. Y es moderadamente europeísta. Estaría estupendo de ministro de Exteriores en un Gobierno de coalición con Cameron. Es un buen augurio en vísperas del día de Europa, que se celebra mañana, en conmemoración del 60 aniversario del discurso en el que Robert Schuman propuso la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.

Desde luego que el sistema británico también es injusto. Que Brown con el 29% de los votos saque 258 escaños y Clegg con el 23% tenga 57 diputados es para estar molesto. Para quitarle ese dolor de cabeza a los liberal-demócratas, el conservador Cameron deberá pagar un alto precio: una modificación del sistema que aumente la proporcionalidad sin perder la representación directa. Si lo logran nos darán ejemplo de buenas prácticas una vez más. Celebro que los británicos, por muy euroescépticos que sean, formen parte del club europeo. Nos aportan sentido práctico anglosajón en buenas dosis.

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