Cúmplese la trigesimoctava edición de una iniciativa afortunada, la de que las monjas sacasen sus dulces a la calle en este tiempo prenavideño. Treintaiocho años de que las yemas no estuviesen guardadas tras la celosía de San Leandro ni que para redondear la faena gastronómica con fruta escarchada hubiese que ser un iniciado para saber que se encontraban en Santa Paula. Los conventos sacan sus delicadezas a la calle y hoy se abre en el Alcázar una nueva edición de esta especie de alacena de las monjas que tan bien cantó Carlos Cano. Pastelillos de toronja y dulce de leche frita / se dice que fue la Virgen / que en sueños se apareció a la madre superiora / medio kilo azúcar blanca... Así cantaba el gran coplero granadino esto que las monjas hacen en sus clausuras y que ahora salen al mundo, y aunque el buen dulce en el arca se vende, mejor así, y en el Alcázar, ¿dónde mejor?