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El ruido que se produce después de la constitución de los ayuntamientos, sobre todo por la subida de asignaciones a concejales y grupos políticos que es generalizada tras la contención por la crisis, está haciendo que otra realidad pase desapercibida. Se trata de los acuerdos para dar estabilidad, con pactos programáticos o formales de gobierno, en localidades en las que ningún partido logró mayoría absoluta el 26-M. Algunos los firmaron e hicieron públicos antes del primer pleno, el de constitución: San Juan de Aznalfarache, Umbrete, Benacazón, Cantillana... Otros lo han hecho en las semanas posteriores.

Aunque los grupos de la oposición denuncien que detrás hay otros intereses, que algo estaba hablado incluso antes de las elecciones -dos argumentos recurrentes-, esos acuerdos no dejan de ser un signo de normalidad democrática, de esa nueva política en la que se supone que lo importante no es sólo ganar, sino sumar una mayoría suficiente. Gobernar en minoría es complejo, requiere de más tiempo y se depende del sentido común de muchos, que no siempre hay que dar por hecho. Quizá hay ciudadanos que lo han visto venir y, cuando más partidos concurrían, la provincia ha sumado más gobiernos con mayorías absolutas. Tal vez por ello también está siendo relativamente fácil pactar.

Es otro ejemplo del pragmatismo de la política local, la más cercana y en la que la parálisis en la gestión se nota antes en las calles. Esos pactos contrastan con el vodevil a la hora de conformar algunos gobiernos autonómicos y el propio Gobierno de la nación, con más implicaciones políticas, que se diluyen cuando el interés está en los proyectos de futuro de un municipio, en los que se puede coincidir por encima de la ideología.

Especialmente significativo es el acuerdo formal de gobierno que se ha firmado para el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra entre el PSOE y Cs. Sin líneas rojas. La tercera ciudad de la provincia arrastraba dos mandatos con un gobierno contra las cuerdas, primero por la división en el seno del PSOE, que dejó al ex alcalde Antonio Gutiérrez Limones en minoría -por cierto que, en sus inicios, en 1995, también pactó con el PA- y luego ya con Ana Isabel Jiménez, que también ha tenido que lidiar con una oposición interna, además de la del resto de partidos, que han amagado muchas veces con ponerse de acuerdo para apartar al PSOE.

La sensación generalizada, entre vecinos, empresarios y otros colectivos, es que la ciudad está paralizada en contraste con su entorno y que era necesario un gobierno más fuerte para impulsar proyectos y exigir los que dependen de otras administraciones. Ello no quiere decir que el pacto vaya a ser bueno per seo que no se pueda cuestionar el número de liberados o asesores, porque la Ley Montoro y sus horquillas según población no han zanjado la polémica. Pero ese es otro debate. Como todo, el contrato con los ciudadanos es por cuatro años y todo depende de cómo el PSOE y Cs hagan las cosas. En cualquier caso, es necesario que Alcalá de Guadaíra salga del bucle.

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