Se puede echar la vista atrás y recordar la seriedad y gesto estricto, sin concesiones a la sonrisa, de Manuel del Valle en los primeros ayuntamientos de la democracia. Pero también se puede evocar la adustez de una Soledad Becerril o un Juan Espadas que no pasaban por la alegría de la huerta. Ahora no. Ahora, con Antonio Muñoz, Sevilla tiene un alcalde festero y dispuesto al bailoteo en cuanto la ocasión se le pone por delante. Lo demostró el jueves en la Alameda, en el pregón de los actos del Orgullo, que pronunció María del Monte. Una fiesta con el alcalde a todo ritmo subido al escenario.

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