LA demolición del desdichado edificio comercial proyectado en la plaza de los Luceros, del Parque Alcosa, es motivo de júbilo para los vecinos. El común de los sevillanos lo considera un caso cerrado, tras admitir el Ayuntamiento cuánta razón tenían los vecinos al denunciar que les colmataban el lugar de tal manera que sus domicilios quedaban materialmente eclipsados. Pero la vida es como un contrato del que no se lee la letra pequeña. Si hubiera un don de la ubicuidad para seguirle la pista a cada situación que fue eventualmente noticiosa y digna de comentario, comprobaríamos cuánta letra pequeña se agiganta con el paso de los días y cuántos hechos que parecen resueltos tienen otra cara abierta en canal. Los Luceros de Alcosa iluminan un pleito en los tribunales entre el promotor y el constructor.

Los vecinos han arreglado su problema. No así los proveedores y subcontratas de mano de obra y materiales de lo erigido y demolido están a la espera de un fallo judicial, tras la demanda registrada el 31 de julio en un juzgado de primera instancia. Son las nuevas víctimas del caso, porque acusan al promotor de no haberles pagado. Y los costes directos son casi 200.000 euros, amén de reivindicarle el lucro cesante.

La Gerencia de Urbanismo, cuando paró el 14 de febrero la construcción del edificio en un estado ya avanzado, por no ajustarse a las licencias concedidas, ante la repercusión del asunto optó por quedarse con la propiedad del inmueble para demolerlo, a cambio de compensar a la promotora Epicteto de Hierápolis, de Pedro Cánovas Baena, con una permuta inmobiliaria, como le sugirió el 29 de febrero. La carambola es pintiparada: el infractor recibe en especie y la empresa constructora Fersumar, de Fernando Martín Gómez, carga con el marrón de atender con sus fondos los impagos de los que acusa a la otra parte contratante.

Dejemos que el juez analice bien la letra pequeña de este conflicto y lo resuelva. Una de tantas caras ocultas de la moneda al aire de la información.