Rogelio Velasco / Catedrático De Análisis Económico

Alemania como solución a la crisis

Los países periféricos han sido tachados de fiscalmente irresponsables pese a que sus cuentas públicas han estado a raya hasta la crisis · Seguir el modelo alemán no es suficiente si no hay reformas internas en España

MUCHOS años antes de que se creara el euro, la literatura especializada advertía de las consecuencias que depararían los denominados shocks asimétricos para una unión monetaria. Los expertos se referían, típicamente, a una crisis que afectara de manera muy desigual a los distintos miembros de la unión. Una elevación rápida del precio del petróleo, afecta en mayor medida a aquellos países que dependen más del crudo para generar energía que aquellos otros que sean menos dependientes. Una crisis en el sector turístico afectará más a los que dependan más de ese sector que al resto, etc.

Cuando la crisis afecta a sectores concretos, es posible arbitrar ayudas específicas que permitan remontar la situación. Sin embargo, cuando afecta a todos, sólo es posible remediarla si todas las herramientas monetarias y fiscales están disponibles. En un área con una moneda común, los instrumentos monetarios nacionales casi desaparecen y sólo se cuenta con los fiscales.

En un discurso que proviene desde Alemania, se ha tachado a los denominados países periféricos como fiscalmente irresponsables. En realidad, antes del inicio de la crisis, algunos de los países hoy demonizados tenían un comportamiento impecable. La deuda pública de Irlanda en 2007 era de sólo el 12% del PIB, la más baja de la UE. Ejemplarmente, en España sólo alcanzaba el 27%, la segunda más reducida. Tanto Alemania como Francia, incumplieron las normas fiscales que -en buena medida- ellos mismos impusieron al resto de la Unión. El argumento del dispendio fiscal de los países de la UE que tienen hoy mayores dificultades es, pues, erróneo, excepto en los casos de Grecia, Italia y Bélgica, estos dos últimos, por cierto, apenas citados.

Adicionalmente, se ha puesto como ejemplo a Alemania de otras virtudes. Una tasa de ahorro elevada, retraso en la edad de jubilación, contención de salarios, economía orientada a la exportación de productos de alta calidad, etc.

Sin embargo, al contrario de lo que Mandeville sostenía en su Fábula de las abejas, las virtudes privadas pueden en ocasiones convertirse en vicios públicos. La elevada tasa de ahorro y, sobre todo, la contención salarial practicada desde finales de la década de los noventa, han provocado un estancamiento permanente de la demanda doméstica en Alemania. Diez años más tarde, esa demanda es sólo un 3% más elevada. Los costes laborales unitarios han crecido en España e Italia un 30% en relación con los alemanes en el mismo periodo. Esta dinámica divergente con el resto de Europa, ha provocado un gran desequilibrio externo: Alemania presenta un enorme superávit por cuenta corriente (sólo superado por China) y los restantes países europeos un déficit.

El crecimiento alemán se ha basado en la exportación a los mercados internacionales; el del resto de Europa, en buena medida, en los propios mercados domésticos. Pero, como hemos visto, en los países con dificultades no ha sido el gasto público el principal impulsor sino el consumo privado, vía crecimiento de los salarios y creación de empleo, y con una amplia financiación a tipos bajos. Los desequilibrios se han generado en el sector privado. Pero este tipo de desequilibrio y su financiación, quedan completamente fuera de todos los tratados y normas comunitarias. Simplemente, no está contemplado. En consecuencia, seguir el modelo alemán orientado a la exportación, no significa cumplir las normas comunitarias.

¿Hay que seguir, pues, el modelo alemán para salir de la crisis? Si se entiende, sobre todo, una orientación a gran escala hacia la exportación, este giro sería muy difícil, si no imposible, de conseguir. Alemania es la cuarta economía del mundo. Pero la UE es la primera, mayor que EE.UU. y dos veces y media mayor que China. Si la UE en su conjunto orientase su actividad al exterior en la misma medida que Alemania, no habría demanda en el mundo suficiente para atender tal volumen de exportaciones. Ni siquiera una apertura total de las importaciones chinas lo permitiría. Las economías pueden estar muy abiertas, pero el mundo está cerrado y los superávits de unos son los déficits de otros.

Alemania no tiene culpa de nada; no se trata de eso. Pero lo que no puede funcionar es una UE en su conjunto siguiendo estrictamente el modelo alemán, de orientación exterior tan elevada y de contención permanente de la demanda doméstica. Cada uno tenemos que hacer nuestros deberes. Alemania tiene que abrir más su economía (por ejemplo, no poniendo tantos obstáculos para que ACS se haga con Hochtief) y estimular el consumo con rebajas fiscales.

Pero nuestros países también tienen que hacer los suyos. En España, como en otros, la demanda agregada doméstica tiene que crecer a un ritmo próximo a su capacidad de crecimiento a largo plazo. Hacerlo a un ritmo superior significa necesidades de financiación a gran escala del exterior, justamente el actual talón de Aquiles de nuestra economía. Tendremos que trabajar algunos años más antes de jubilarnos y adecuar más lo percibido con lo cotizado. En fin, todas las reformas tan repetidas en los últimos tiempos deben convertir a España en un país exportador de capital, como le corresponde a un país rico y envejecido. Justamente la situación contraria a la que actualmente padecemos.

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