La tribuna

carmen Pérez

Alemania está que trina

DICE el refrán que nunca llueve a gusto de todos, y no faltan ocasiones para comprobarlo. Como con la política monetaria que está llevando a cabo el Banco Central Europeo, BCE, que no resulta igual de benéfica para todos los socios europeos. Wolfgang Schäuble, ministro de finanzas de Alemania denuncia que "el BCE ha adoptado una política en la Eurozona -para los 19 estados miembros- que no es la óptima para ellos". Incluso lo hace responsable del ascenso de Alternativa para Alemania (AfD), el partido antieuro y antiinmigrantes alemán. Parece claro que hay que recordarle que la actuación del BCE -organismo independiente- está encadenada a la consecución de su objetivo principal: la estabilidad de los precios; concretamente, a mantener la inflación por debajo, pero cercana, al 2%. Así lo marca de forma tajante su Estatuto. En 2012, el BCE, temiendo un repunte de la inflación, subió, a instancias de Alemania, los tipos de interés: tampoco era esto lo óptimo para España en aquellos momentos.

Llevan tiempo quejándose. Hace cerca de un año, ante la insistente acusación de que se estaba produciendo una expropiación a los ahorradores, el BCE encargó un trabajo sobre este tema, Critique of accommodating central bank policies, en el que los autores concluyen negando este efecto. En resumen, vienen a decir que si no actuara el BCE así las perspectivas futuras serían peores, que los ahorradores pueden estar perdiendo a corto plazo pero que obtendrán más dinero a largo plazo. Pero no hay quien los convenza: su percepción inmediata -la suya y la de todos, para qué vamos a engañarnos- es que están siendo perjudicados. Por mucho estudio que quiera rebatirlo, los tipos de interés tan bajos provocan una transferencia de renta de los países ahorradores a los países endeudados, y tanto más cuanto más endeudados estén sus empresas, sus familias y su Estado.

Del mismo modo, Alemania protesta porque su sector bancario, muy fragmentado, con muchas y pequeñas entidades, unas 1.500, ha sufrido especialmente los efectos de las tasas negativas de interés (aplicable a la facilidad de depósito). Esto no es una queja exclusiva alemana, sino de todos los bancos europeos, que, no sólo por esta causa, están viendo mermada su rentabilidad, y que se ven abocados a disminuir costes y a fusionarse entre ellos para adquirir tamaño: toda la banca ha de redefinir su modelo de negocio para ser viable, no sólo la alemana. Por otra parte, las compañías de seguro y los fondos de pensiones son otras entidades a las que les están afectando de forma muy negativa los bajos tipos de interés, y los alemanes, muy conservadores, invierten gran parte de sus rentas en seguros de vida con rentabilidad garantizada. Algunos medios han cuantificado que los ahorradores alemanes han perdido en total unos 200.000 millones de euros desde 2010 hasta la actualidad.

Pese a todas estas críticas, en su comparecencia del 2 de junio, el BCE ha mantenido sus políticas monetarias sin cambios respecto a la última reunión de marzo. La inflación interanual de la zona del euro se situó en -0,1 %, y el crecimiento económico, el empleo o el progreso social europeos -objetivos secundarios del BCE- siguen precisando que continúen los tipos de interés al 0% y del apoyo que suponen las otras medidas puestas en marcha: es necesario, por tanto, proseguir con este caldo de cultivo favorable hasta que la economía europea lo requiera.

Pero además Draghi ha vuelto a advertir que la política monetaria no es suficiente, y ha reclamado que las políticas fiscales nacionales -sin dejar de observar las normas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, PEC- también deberían apoyar la recuperación económica. Y añade la necesidad de que todos los países deben esforzarse por lograr una composición de las políticas fiscales más favorable al crecimiento europeo. En este sentido, Alemania, que el pasado año cerró el ejercicio con 12.100 millones de euros de superávit (0,75% de su PIB), tendría que valorar si está haciendo por su parte lo posible para elevar la inflación y ayudar a la recuperación, aplicando voluntariamente medidas para fortalecer su demanda interna, y por ende, a dinamizar la economía europea. Alemania, en el futuro, puede encontrarse que desde Europa se les obligue a ello, porque la holgura fiscal que permite el PEC no sólo establece máximos para los déficits sino también topes a los superávits. Entonces, llegado este caso, quizá tampoco sea lo óptimo para ellos.

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