PARECE que a algunos taurinos y allegados no les han sentado muy bien que un francés haya venido en defensa de la Fiesta. Se consideran depositarios de las esencias más esenciales, por lo que ven como injerencia el papel de abogado defensor de los toros que ha asumido un filósofo de la Sorbona. Dicen con gesto fatuo que para eso de defender algo tan suyo ya están ellos y así debería ser, que no hiciera falta gentil alguno que viniese en defensa de algo que tanto quieren o queremos. Ven en Francis Wolff a un intruso que no pintaba nada en el atril del Lope de Vega, sobre todo habiendo tantos nativos sobradamente capacitados. Sí, la corrida de toros debería ser lo suficientemente sólida en su interior como para que no hubiese que importar abogados, pero luego pasa lo que pasa, que el taurinismo militante está por una labor bien distinta a lo que la Fiesta demanda como para montar un 2 de mayo, ahora a lo taurino.