Cambio de sentido

Carmen Camacho

Amor del caro

A mí el amor me ha salido muy caro", dijo dirigiéndose al jurado Ana Hermoso, ex alcaldesa de Bormujos. Entre tanta razón de amor que hemos escuchado en el juicio por el caso del bolso de Loewe, ha pasado desapercibida una pequeña frase: Jesús Calvo Soria, el presunto enamorado, ha explicado que, para ligarse a la regidora, pensó en mercarle una faltriquera porque "se falla muy poquito con un bolso grande". "Me he casado con un tieso, sí", regaló Susana Díaz a todos los periódicos el pasado mayo como gran titular de la comisión que investiga los cursos de formación. En apariencia, las declaraciones de Calvo y Díaz no tienen nada que ver; sin embargo, afianzan de forma implícita la siguiente suposición dañina y ampliamente extendida: salvo casos excepcionales, las mujeres de natural confundimos el corazón y la cartera (y corazón y bastón de mando, las que quieren avanzar en su carrera). Hay quien piensa que, menos a tontucias y lesbianas, a las demás se nos licua el sexo ante un desconocido con peluco y cochazo.

Porque es muy vieja, la vinculación mujer-propiedades, mujer-dinero, mujer-objeto, y la cosificación de las relaciones entre hombres y mujeres han generado una mentalidad y unas actitudes que aún sufrimos. Duro ha de ser para cualquier hombre de bien sospechar que su mujer sigue a su lado por lo que él tiene y puede, más que por lo que es. Duro es para cualquier mujer de bien soportar que el ánimo de braguetazo se le suponga como parte de su condición natural y su prosperidad. Mujer y dote, mujer y botín, mujer y pernada, mujer como artículo de lujo, mujer y sablazo, mujer y prostitución, mujer como moneda de cambio y moneda de cambio por mujer… Esta forma de pensar continúa instalada por lo bajo en nuestra cultura, humillándonos a mujeres y hombres por entero, de forma ora evidente, ora sutilísima y en no pocas ocasiones de manera inconsciente, lo que no nos exime de responsabilidad.

Por lo demás, sucede cada día que hombres y mujeres aman sin cálculos, que la que se enamora lo hace sin pedir las dos últimas nóminas, que los hombres libres sólo saben quererse con mujeres libres (y mucha viceversa), y que las relaciones amorosas se crían despacito y a pecho. A quienes se aman como comen, diaria y variadamente, sólo de amarse no esperan hartura. Del resto, ni poco ni mucho les importan ni los cueros de Loewe ni las tiesunas de su tieso. Esto es amor, del igualitario, bueno y caro. Quien lo probó lo sabe.

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