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Joaquín Pérez-Azaústre

Ana Pastor

EL cese de la periodista Ana Pastor, como el del periodista Xavier Fortes, me hacen creer aún más en el periodismo. Me descubro buscando entre los libros de Ryszard Kapuscinsky alguna buena cita que pueda dar color, textura y emoción, a la columna y, desde luego, releyendo Sostiene Pereira, de mi admirado Antonio Tabucchi. Busco entre las líneas de Ébano y El imperio, acecho los poemas del corresponsal, y acabo con el texto comprometido de Pereira al final de la novela, cuando escribe la necrológica de Monteiro Rossi, titulada Asesinato de un periodista. Cada año se asesinan cientos de periodistas en el mundo, nos ha recordado alguna mañana la propia Ana Pastor en Los Desayunos de la 1. ¿Qué es asesinar a un periodista? Sujetarlo, acallarlo. Como sea, en función de las circunstancias más o menos democráticas, garantistas con su seguridad; pero si es independiente, el objetivo es silenciarlo.

De Ana Pastor no se ha cortado una opinión, sino una forma libre de entender el periodismo, sin otro compromiso que la búsqueda de la transparencia informativa. Eso, a nivel estrictamente deontológico. Pero también se añade otro perfil, el de una forma relativamente inédita, en nuestra tradición democrática, de entender la función social de la televisión pública: no estar al servicio de un partido, sino bajo el mandato de los ciudadanos. Y ese mandato no requiere de una intermediación: no necesitamos ni a Mariano Rajoy, ni a María Dolores de Cospedal, para que regulen las relaciones entre la ciudadanía y la información. Es un vínculo directo -hoy más que nunca, vía Facebook y Twitter- y sobrepasa el ámbito de influencia de cualquier gobierno. La cuestión no es ideológica, o sí: una ideología periodística, un tratamiento objetivo de la información en los medios públicos, frente a la obsesión de los gobiernos por controlar esa información.

El legado de la era Fran Llorente ha sido convertir TVE en una cadena de la gente, sin comisarios políticos, como avalan los prestigiosos y muy numerosos premios ganados por la cadena estos últimos años y el poderoso refrendo de la audiencia. El asunto excede la pugna partidista: se trata de afirmar una cadena pública independiente del Gobierno, o someterla al mismo. No todo el PP comparte la nueva política de RTVE, como tampoco todo el PSOE podría discutirla con el pasado vivo en las manos.

Periodistas incisivas, valientes y directas como Ana Pastor, o reflexivos, que inviten a un ámbito de diálogo, como Xavier Fortes, no están en la nómina de un partido -al contrario de tantos, de uno y otro signo-, sino que atienden, sólo, a una versión ética: el periodismo como función social. El actual desmantelamiento de TVE nos deja un final desolado y anunciado, sí, por tantos ataques previos; pero también hermoso, a lo Pereira, tras su mayor etapa de periodismo en libertad.

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