Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

Andalucía, juego de tronos

AL igual que en la novelada tierra de los Siete Reinos, en Andalucía tenemos costa, mares, nieves perpetuas, llanuras y sierras, ríos generosos, marismas y zonas desérticas, bosques plenos de caza y ricas dehesas. Castillos y catedrales. Alcázares, plazas y magníficas haciendas. Somos una buena representación de ese mundo de ficción. Un antiguo mapa del que como complicados mecanismos van surgiendo las ciudades, las cabeceras de los reinos, como auténticas protagonistas.

Así veo Andalucía. Un territorio diverso, vasto, tan grande y poblado como Austria, pero sobre todo compuesto por ciudades con una gran personalidad histórica que desde los tiempos antiguos han estructurado nuestro territorio. Hasta el punto de que, parafraseando a la novela de ficción, podíamos hablar de Andalucía como la tierra de los ocho reinos. Cuando el poeta Manuel Machado escribe su Canto a Andalucía, desgrana una yuxtaposición de elogios y calificativos, no a una historia o tierra común sino a unas ciudades: "Cádiz, salada claridad. Granada, agua oculta que llora. Romana y mora, Córdoba callada. Málaga, cantaora. Almería, dorada. Plateado, Jaén. Huelva, la orilla de las tres carabelas. Y Sevilla."

¿Y eso por qué? Me gusta la cartografía antigua y tengo algunos ejemplares de España antes de la división administrativa en provincias y regiones en 1833. La verdad que es muy poco tiempo, casi nada, si lo comparamos con los probables tres mil años de antigüedad de Tartessos, nombre con el que los antiguos griegos conocían al reino más occidental de su mundo. En todo caso es en el siglo XIX cuando surge nuestra región de la suma de los antiguos reinos de Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada. Reinos que tenían sus fundamentos históricos y geográficos y hasta culturales bien diferenciados. Y es en el siglo XIX cuando se empieza a hablar de andalucismo como movimiento de ideas. Pero no vamos a detenernos en ello aquí. Hay historiadores y geógrafos expertos que nos lo podrían explicar mejor y en profundidad. Solamente lo tomo como un punto de partida, como un terreno de juego para tratar de entender el porqué tan frecuentemente los andaluces somos capaces de encontrar entre nosotros agravios y diferencias.

A lo largo de años he recorrido Andalucía con diferentes proyectos culturales, arquitectónicos y teatrales. Durante un tiempo comencé a notar que los nuevos equipamientos de todo tipo y sobre todo las nuevas infraestructuras de comunicaciones nos acercaban. Era más fácil colaborar. Pero creo que no hemos terminado de cuajar ese proyecto común. Ahora estoy de nuevo recorriendo nuestras ciudades en encuentros con las nuevas generaciones del teatro y el diseño. Y noto que tenemos mejores medios a nivel local, pero nos falta una estrategia clara de escala andaluza. De sentido de la cooperación, de apoyo. Nuestros jóvenes tienen una mirada en lo local y otra mirando a Madrid o incluso más lejos, más allá de nuestras fronteras. Pero eso no es lo peor. Creo que esa doble mirada, local y con referencias en Madrid y aún más lejos, también la tienen nuestros dirigentes.

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