La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Añorando el don de la ubicuidad

Como consecuencia inapelable de no contar con el inestimable don de la ubicuidad me resultó de todo modo imposible asistir a una ceremonia a la que habría acudido como a favor de querencia, cuesta abajo y sin frenos. Fue el funeral que en la Capilla Real se celebró en recuerdo y oración por don Carlos Amigo, el último, y quién sabe hasta cuándo, cardenal de Sevilla. Una ceremonia íntima junto a la tumba que acoge sus restos y que fue gracias a los buenos oficios de un periodista que mantuvo una gran relación con él. Cuentan y no acaban cómo un repeluco recorrió los tuétanos de los asistentes cuando el Hermano Pablo tomó la palabra. Cómo este lego que fue bastón de Fray Carlos en vida, lo recordó en esta hora triste con el corazón saliéndole por la boca recordando al hombre que fue su faro y su guía. Lástima que el don de la ubicuidad no esté aún utilizable.

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