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LA visita del Papa a España ha tenido una cobertura mediática extraordinaria. De los medios privados y también de los públicos. Televisión Española ha hecho un despliegue intenso, minucioso. Y Zapatero despidió ayer a Su Santidad antes de su marcha, lo que confirma el aserto vaticano de que las relaciones institucionales con España son buenas. El autor de esa afirmación es el cardenal español de mayor rango en la curia romana, monseñor Cañizares, que fue quien hace dos años y medio dio un puñetazo en la mesa que terminó con la era de la Cope situada en una extrema derecha pendenciera. Dicen que aquella línea complacía a monseñor Rouco, jefe de la Conferencia Episcopal, quien por cierto no ha intervenido mucho en la organización de este viaje papal a Galicia y Cataluña.

El artífice de la presencia de Benedicto XVI en Barcelona, para consagrar como basílica la Sagrada Familia, ha sido el cardenal Sistach, una de las bestias negras del inefable Federico Jiménez Losantos, por cierto. Y el Gobierno ayudó a completar el programa con la escala en Santiago. A monseñor Rouco el viaje del Papa que de verdad le interesa es el del verano próximo a Madrid para el encuentro mundial de jóvenes católicos que está organizando. Sólo unos meses antes de las elecciones generales. Entre tanto, el periplo por la periferia norte de este país ha desmentido la teoría del presidente de la CEE de que la Iglesia está perseguida en España. Y eso que el Papa no se ahorró en el viaje de avión que le llevaba a Santiago una dura crítica al laicismo que impera en la sociedad española.

Sostiene Benedicto XVI que en España se vive un anticlericalismo fuerte y agresivo como el de los años 30. La afirmación es muy discutible. De hecho, la infalibilidad del Papa sólo atañe a los asuntos relacionados con la fe, y la historia no es la primera de las virtudes teologales. Es cierto que hay una creciente secularización de las costumbres nacionales; por ejemplo, ya hay más matrimonios civiles que eclesiásticos. Pero la comparación con los años 30, es de todo punto impropia: aquí no sólo no se queman conventos, sino que se restauran iglesias con cargo a los fondos públicos.

El portavoz vaticano se ha apresurado a decir que el Papa no buscaba confrontación, ni polémica. Pero estas alusiones históricas tienen su riesgo. Cuando la comisaria europea de Justicia, Vivien Reding, criticó las deportaciones de gitanos rumanos desde Francia, con el argumento de que no se había hecho algo así desde la segunda guerra mundial, los líderes de la Unión se reprocharon duramente una alusión al nazismo que no había realizado. La comparación histórica del Papa correrá mejor suerte, ya verán. No en balde las relaciones institucionales son buenas. Por cierto, que la Iglesia le ha dado la vuelta a la Cope como a un calcetín. Muy discretamente.

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