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Antifranquistas

España posee el dudoso honor de tener más antifranquistas póstumos que los que hubo cuando el dictador estaba vivo

En los últimos años del franquismo había muy pocos antifranquistas. O mejor dicho, había muchos, pero eran insuficientes ante la indiferencia general de la población. Muchos eran -éramos- niños de papá que jamás habrían tenido problemas en comisaría porque nuestros padres nos habrían sacado con facilidad gracias a sus contactos con comisarios y gerifaltes. En este sentido, los jovencitos de Podemos que juegan a hacer la Revolución como si estuvieran jugando con piezas de Lego se parecen mucho a nosotros, los que éramos jóvenes en los años 70. Pero otros, los verdaderos antifranquistas, se lo jugaban todo porque eran gente muy humilde que no tenía familia ni amigos poderosos. Si los detenían, se exponían no sólo a la cárcel y a una larga condena, sino a perder su trabajo y a vivir una terrible muerte civil.

Recuerdo a algunos de aquellos antifranquistas de verdad. Había una pareja muy joven -él, electricista, ella, administrativa- que acababa de comprarse un piso de protección oficial y que temía perderlo si un día alguno de los dos caía en manos de la policía. También recuerdo a un hombre ya mayor que trabajaba en la hostelería y que distribuía propaganda comunista -que nadie leía- en un área costera donde la gente sólo se dedicaba a hacer dinero con los turistas. También recuerdo a un chico que hacía el servicio militar y que se exponía a una larga condena en un consejo de guerra, pero que aun así acudía a las reuniones clandestinas y se prestaba a hacer muchas cosas que nosotros no nos atrevíamos a hacer. Era un chico regordete, con gafas y una expresión inalterable de apacible alegría, y uno le podía confiar lo que fuera -lo que fuera- porque jamás te iba a traicionar. Galdós y Cernuda, si lo hubieran conocido, lo habrían considerado la encarnación de ese pueblo español que es capaz de las mayores heroicidades y que nunca recibe el premio merecido.

Digo esto porque España posee el dudoso honor de tener muchos más antifranquistas póstumos que los que hubo realmente cuando el dictador estaba vivo. Muchos de esos antifranquistas alardean en el Congreso, pero luego se achantan si alguien les llama cualquier cosa en Twitter. Es dudoso que pudieran haber hecho algo en su momento, pero ahora estarían dispuestos a dar su vida por la lucha antifranquista. Lástima que Franco muriera hace ya 42 largos años.

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