La ventana

Luis Carlos Peris

Antonio Mairena, paladín de la dignidad

ADUSTO como gran tímido que era, Antonio Mairena parecía cualquier cosa menos un cantaor flamenco cuando iba de su casa en Nervión a su tertulia en el bar que Pepe Pinto tenía en la Campana. Con sus gafas negras y su sempiterna carpetilla bajo el brazo parecía la antítesis del artista y flamenco menos todavía. Pero Antonio era un artistazo que sonaba a gitano y que no se iba de compás así tuviera detrás una chicharra. Nació tal día como hoy de 1909, el mismo año que su gran rival, Manolo Caracol, con el que mantuvo un encono que no fue sólo flamenco. Gran cosecha para el flamenco esa de 1909, pero habría que hacer especial hincapié en la labor de Antonio respecto a la dignificación del flamenco. Dignificó primero la Llave de Oro y luego la profesión, contribuyendo a sacar el flamenco de la juerga de señoritos además de rescatar palos en desuso. Hoy hace un siglo que nació.

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