SI la cuaresma nos invita a reflexionar es razonable hacernos algunas preguntas. Una de ellas, que se la han hecho muchos sevillanos, es por qué razones lo ocurrido en torno al Vía Crucis ha generado tanto revuelo, discusión y disgusto. Hemos oído y leído opiniones muy diversas, cada una con su fundamento. Pero ya parece oportuno dedicarle a este tema menos atención porque nos desvía del interés sobre otros aspectos que afectan seriamente a la vida y a la fe de los sevillanos.

Un hecho indiscutible es la constatación de los sentimientos de desesperanza que están viviendo en la actualidad tantas personas, en este tiempo de desorden económico y de valores. Una experiencia que no es simple, que genera angustia, inquietud, miedo y decepción. Y no pretendo con estas humildes letras aumentar la preocupación ya existente en muchas personas, pero creo que sería preocupante blanquear o minimizar la presencia de estas vivencias en tantos seres porque no solo afecta a la situación económica de cada familia sino que están removiendo y disturbando sus valores, sus convicciones, sus creencias y sus maneras habituales de pensar. Es fácil comprobar cómo están perdiendo algo que ha sido el eje de su vida: el bello y salvador sentimiento de la esperanza que habían heredado de sus antepasados, dando alas a una dura experiencia que va a afectar más aún a aquellas familias con enfermedades crónicas, a personas dependientes, y a mayores en situación de soledad.

Otra vez más el tiempo cuaresmal puede ser aprovechado para comprender mejor a los que están pasándolo tan mal, acercándonos a ellos de manera más directa, efectiva, personalizada y cordial. Dedicándole tiempo si es posible, para que no se destruya más su esperanza que por algo es una de las tres virtudes teologales junto a la fe y la caridad.

Sabemos que no es fácil ayudar a los demás a recuperar la esperanza, pero podemos intentar aprovechar la ocasión que el tiempo de cuaresma nos ofrece, reflexionando qué podemos hacer cada uno de nosotros.