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Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Apuestas

HE descubierto que uno se puede jugar sus expectativas de justicia social, sus remotas esperanzas de cambio, sus demonios e incluso la deriva de su escepticismo en las casas de apuestas. Prácticamente todo es susceptible de formar parte de un desafío. Soy un mal apostador: no creo siquiera en la lotería de Navidad que es, como nadie ignora, uno de los dogmas de fe más comunes para soñar la felicidad. Creo que conscientemente no me he jugado nunca nada, salvo la vida, pero ésa es una partida tan común como inevitable. Por esa razón me resulta llamativo que junto al partido de fútbol del domingo, una carrera de galgos o de motocicletas se pueda empeñar cierta cantidad de dinero en asuntos menos triviales y en apariencia más complicados de resolver como el nombre del futuro presidente de Gobierno tras las lecciones del 9 de marzo o si el partido ganador obtendrá o no la mayoría absoluta.

Las casas de juego que operan en internet ya han abierto la partida de las elecciones y los jugadores se han apresurado a respaldar económicamente sus corazonadas. Los movimientos de dinero, de momento, no van bien para el PP. En miapuesta.com el envite a favor de Zapatero cotiza a 1,20 euros mientras que el de Mariano Rajoy no baja de los cuatro. ¡Cara se le presenta al PP la diferencia! En cambio, la apuesta favorable a que el ganador logrará la mayoría absoluta no despega de los 1,16 euros, mientras que la opción contraria vuela en torno a los 4,50 euros. En otra sitio de apuestas de internet, betfair.com, el panorama es aún más agónico para Rajoy, cuya victoria vuela por los 5,10 euros frente a los 23 céntimos de la cotización de Zapatero. Comparativamente, la liza de las elecciones generales está menos igualada que, por ejemplo, el próximo Atlético de Madrid-Real Madrid, donde las pujas andan por los 2,65 y 2,50 euros, respectivamente.

¡Extraña timba! No sé qué grado de confianza puede ofrecer semejante competencia, supongo que poca. Lo turbador de este juego es observar a Rajoy y Zapatero convertidos en algo así como el grabado facial de una ficha azul o roja que alguien mueve o amontona sobre un tapete imaginario. Pero más raro aún es que el acierto esté compensado no con el premio moral de la coherencia ideológica, producto de una complicidad meditada, sino con un puñado de calderilla, lo que eleva la voluntad electoral a las más altas cotas del positivismo egoísta.

Eso sí, si se compara la frialdad de los intereses de las apuestas con la subasta de reducciones fiscales y demás dividendos puestos en juego por los partidos la diferencia se estrecha. ¿Razón, corazón o bolsillo? ¿Qué tira más?

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