FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Cayó, fulminado, el gran ficus de la Encarnación. Afortunadamente de noche y sin causar víctimas. Se apuntó desde la Plataforma Salva tus árboles Sevilla que el parterre elevado que se construyó a su alrededor había debilitado las raíces hasta provocar su pudrición y caída. Además de caras e invasoras podrían ser venenosas las setas que adoran los adoradores de lo que sea necesario adorar si lo hace el PSOE en nombre de la modernidad y el progreso, sevillanísima pervivencia mutante del sevillano que aplaudía en los años 60 los derribos y vitoreaba los bloques de pisos, los grandes almacenes y el asfalto como símbolos de la modernidad y el desarrollo (entonces se empleaba esta palabra, popularizada por los planes de López Rodó, en vez de progreso).

Y ha caído igualmente fulminada una rama de grandes dimensiones de un árbol de gran porte de la Gavidia. Esta vez de día, pero afortunadamente también sin provocar heridos ni daños importantes pese a lo concurrido de la zona. Uno menos. Unos caen tras ser mal podados, o asfixiados tras cementarse sus alcorques, o dejados enfermar sin prestarles cuidados... De vez en cuando alguno cae sin esperar que lo talen. En pocos días dos han sucumbido. Los árboles, en Sevilla, son como esos músicos de los ejércitos del siglo XVIII que precedían a las tropas y caían los primeros junto a sus pífanos, clarinetes y tambores: están en primera línea de fuego de abandono. Por eso a veces caen sin necesidad de que les disparen/talen.

Patéese usted Sevilla y verá calles y calles secas como la mojama, por completo desnudas de árboles, desiertos de asfalto y cemento… ¡en una ciudad de tan largo y duro verano! Calles de barrios recientes y de barrios modernos, pero ya con sus años a cuestas, nacidos desde finales de los años 50 hasta los 70. Porque mucho antes de que los arquitectos inventaran en los años 80 las plazas duras como sus caras, los de la dictadura ya habían inventado las calles duras: desfiladeros de cemento, ladrillo visto color amarillo hepático y mortaja de asfalto sin ningún elemento verde. Las calles que tenían la bendición grande de los árboles y los pisos que tenían la chiquita de algún jardincillo en su entrada o entre los bloques eran los menos. Los vecinos, con sus macetas, ponían y ponen las únicas y minúsculas pinceladas verdes. Así fue. Así es. Así será. Agresivo, depresivo, asfixiante, feo. ¿Y qué?

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