el periscopio

León / Lasa

Argentina: un caso weberiano

Al comparar Argentina y Australia, me planteo si Weber no tenía razón en 'La ética protestante y el espíritu del capitalismo'

HAY territorios, paisajes, de los que uno se enamora de manera irracional, sin saber exactamente por qué motivo. Argentina, para mí, es un ejemplo claro de ello. He viajado a menudo a ese país, a pesar de la incomodidad de doce horas de vuelo y de asientos continuamente menguantes, y cada vez que lo he visitado he podido constatar la belleza y la infinitud de esa tierra. Quizá el más inolvidable de todos ellos fue el que acometí por carretera saliendo desde Buenos Aires para llegar, varios meses más tarde, y siempre en transporte público o caminando, a Ushuaia, 3.500 kilómetros más al sur. Un viaje iniciático que recomendaría a cualquier joven, y del que salió un libro que releo de vez en vez con nostalgia. De aquel trayecto realizado con la ilusión del último tramo de la juventud, recuerdo sobre todo la enorme preocupación de aquellas personas con las que me topaba en los poblados de la Patagonia acerca de la explosión económica que se barruntaba en un futuro cercano: sólo un mes más tarde de abandonar América (sí, Argentina también es América) estalló la crisis del corralito y se produjo una devaluación profunda del peso, ligado artificialmente al dólar: 1-1.

Han transcurrido más de diez años desde entonces, pero los argentinos, condenados al parecer a un bucle melancólico que les lleve de vez en vez a la casilla de inicio en el tablero de la prosperidad económica, vuelven a situarse bajo el volcán de la inestabilidad. En los últimos días, la moneda argentina se ha devaluado más de un 15% -la mayor caída desde los tiempos del corralito-, y el dólar se cambia a unos ocho pesos (recordemos: un dólar-un peso no hace tanto...). El país entero, conocedor de los devastadores efectos económicos de crisis recientes, todavía contiene el aliento. Numerosas tiendas y grandes superficies cerraron, retiraron precios de los escaparates y volvieron abrir con un remarcado al alza de un 20%. O lo que es prácticamente lo mismo: en cuestión de horas el poder de compra de salarios, rentas y ahorros se evaporó en una quinta parte para numerosos objetos de consumo. Desde fuentes gubernamentales se atribuye el origen de la crisis cambiaria a "desestabilizadores sociales" que pretenden derribar el progresista Gabinete de C. Kirchner, propietaria súbita de media Patagonia. Parece haber algo más, desde la caída de las reservas del banco central a las serias dudas sobre el futuro económico de la nación. Lo de siempre. Cuando estos acontecimientos ocurren recurrentemente en una tierra tan fértil, con una población escasa en comparación con un territorio inmenso, uno piensa en Australia, tan similar en tantas cosas, pero tan anglosajona, tan exitosa, y no puede dejar de preguntarse si Weber no tendría razón en su Ética protestante y el espíritu del capitalismo.

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