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"Necesitaba tener una pistola. Me gusta disparar, señor juez, me encuentro bien cuando disparo. Creo que soy alguien". 'Gun Crazy' ('El demonio de las armas'). Joseph H. Lewis. 1960

EL 2 de mayo de 2013 entró el siguiente teletipo: "Un niño de cinco años mata a su hermana de dos de un balazo en el condado de Cumberland, en Kentucky, cuando jugaba en su casa con un rifle específicamente fabricado para menores". La noticia contaba que el arma era un regalo de cumpleaños que los padres habían comprado a través de la página web crickett.com, propiedad de Keystone Sporting Arms, que promociona la venta de armas de fuego a menores con el eslogan Mi primer rifle con una publicidad en la que asegura que "comercializa armas de calidad para jóvenes estadounidenses". La empresa, con una producción en masa, vende rifles y pistolas en colores llamativos.

No era la noticia de una de esas masacres que llegan de Estados Unidos. No traía ese balance desgarrador con números de dos cifras con muertos y heridos en un colegio, un cine, un centro comercial o una iglesia. Nada había sido premeditado por el pistolero, desde luego, un mocoso que probablemente jugaba a imitar al héroe que había visto en la tele desguazar a tiro limpio una banda entera de villanos. Algunas de las personas cuyo testimonio recogía el teletipo insistían en que había sido un accidente. El forense lo llamó un "accidente loco". También leí que los padres estaban seguros de que el rifle de su hijo de cinco años no estaba cargado. No fue éste su primer error, ya habían cometido el de buscar el regalo de cumpleaños en una página web que vende "armas de calidad para jóvenes" aunque a su niño aún le faltaran años para llegar a la adolescencia.

Pero la pareja sólo cometió una equivocación, no un delito. Esa fascinación por las armas desde la más tierna infancia está bendecida en Estados Unidos por la Segunda Enmienda, que garantiza el derecho a poseer y portarlas con el fomento y la defensa de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), que bien incrustada en el Partido Republicano se encarga de impedir cualquier modificación.

Pues todo eso ya está en el arranque de Gun Crazy. Lewis condensa esa atracción fatal en unos pocos minutos que bastan para ser conscientes de que no hay en el mundo suficientes fábricas de pañuelos para las lágrimas de Obama. Lo que sí habrá será más llanto.

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