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fátima Díaz

Arte refrescante

No es lo mismo nadar en una piscina rectangular de toda la vida, con sus cuatro paredes, sus baldosas azules en el suelo... que hacerlo en una piscina naturalizada, rodeado de vegetación y con un paisaje casi selvático alrededor. Este sueño lo hace realidad (con semanas de trabajo y un presupuesto al alcance de pocos bolsillos) Anthony Archer-Wills, protagonista de Piscinas insólitas, todos los viernes por la noche en Discovery Max.

Desde 1963, este británico de 70 años ha ido alimentando su pasión: construir piscinas y jardines para que parezcan cincelados de forma natural por el paso del tiempo. "Siempre me ha encantado el agua y la maquinaria, las bombas, las cañerías, estudiar la circulación del agua... Poco a poco me fui expandiendo hasta que creé mi propia compañía", explica sobre sus comienzos el propio Archer-Wills. De ahí, a construir más de 2.000 paisajes acuáticos en lugares como Francia, Italia, Luxemburgo, Suiza, Argentina, Turquía o Estados Unidos. Un trabajo en el que lleva 50 años y para el que asegura que se requieren conocimientos mecánicos, tener alma de artista y buenas dosis de paciencia.

La idea de una piscina naturalizada suena genial, pero no está al alcance de cualquiera. Al menos, no estas que elabora el protagonista de Piscinas insólitas. Para las construcciones que se ven en el programa, Archer-Wills cuenta con unos presupuestos que varían enormemente, aunque suelen ser astronómicos. No en vano son auténticas obras de arte, refrescantes. También varía mucho el tiempo que necesita para llevar a cabo cada encargo, entre tres semanas y cinco meses. El británico primero trata de conectar con el espíritu de cada casa y conocer el ámbito en el que realizará una construcción que le gusta encarar siempre como un reto. Aunque lo más determinante es la persona que realiza el encargo. No es lo mismo el capítulo en que una pareja de aventureros de Kentucky le pide construir una piscina en el borde de un acantilado, que el de los propietarios de un restaurante orgánico que quieren un jardín comestible dentro de su nueva piscina, o en el que se traslada al valle de Sonoma, donde un amante del vino quiere ver reflejada su afición en toda la decoración de su hogar.

Lo mejor de Piscinas insólitas, desde luego, son los viajes, que nos trasladan a lugares recónditos y más insólitos aún que las piscinas. Las excentricidades de los ricachones europeos son otro punto a favor para parar el zapping cuando encontramos este espacio. Esto, y que además nos traslada (con la mente, eso sí) a un lugar fresquito. ¿Qué más se puede pedir para combatir estos calores sofocantes?

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