¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

Asambleas

EL que no haya asistido nunca a una asamblea de estudiantes en una facultad de Letras no sabrá nunca cuán cerca está el hombre del infierno. Las recordamos como unas liturgias soporíferas y agotadoras en las que la libertad de pensamiento y conciencia se solía sacrificar a un estado de ánimo mayoritario forjado previamente por una minoría conocedora de los mecanismos elementales de la manipulación de masas, algo, por otra parte, sumamente fácil.

El recuerdo nos viene al constatar que uno de los rasgos más evidentes de la agonía final del bipartidismo es el regreso del prestigio de la asamblea, del voto público y a mano alzada (el que se puede controlar), del continuo sometimiento de las cuestiones al refrendo popular. Desde la irrupción del Movimiento Indignado, las plazas de España fueron colonizadas por multitud de asambleas que pretendían ser una respuesta ciudadana ante una clase política ensimismada y corrupta que había olvidado que su razón de ser era representar los diferentes intereses y sensibilidades que componen el caleidoscopio social. Es la mal llamada casta la principal responsable del retorno de los demagogos, que han convertido al país en una ampliación de ese Speakers' Corner londinense que tanto nos impresionaba a los jóvenes españoles cuando realizábamos nuestras primeras visitas a la capital británica.

¿Estamos ante el fin de la representación política? Quizás sea exagerado afirmarlo, pero sí es cierto que se observa una inseguridad creciente en los líderes, los cuales se ven cada vez más incapacitados para tomar decisiones de cierto calado y recurren continuamente a las bases para que les indiquen el camino a seguir mediante un complejo mecanismo en el que el líder se convierte al mismo tiempo en manipulador y manipulado. Un fenómeno, cierto es, apoyado también por una revolución tecnológica que amplía exponencialmente las posibilidades de participación. ¿Por qué los ediles de Podemos tienen que consultar a sus bases si aprueban o no un presupuesto municipal? ¿Por qué Pedro Sánchez ha ofrecido someter a la militancia los futuros pactos de gobierno del PSOE? ¿No fueron acaso elegidos para que tomasen esas decisiones, para que cargasen con la pesada losa de la responsabilidad? Parece claro que estamos pasando de la figura del político-líder a la del político-gestor de los deseos populares continuamente pulsados.

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