Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Asolada y desolada

ESPERO que los optimistas que empiezan a ver algo de luz al final del túnel no sólo no se equivoquen, sino que se queden cortos y en algún momento de este incierto 2013 que acaba de comenzar podamos hablar sin riesgo al error de que la recuperación ha llegado para quedarse. Algunos indicios apuntan en esa dirección, pero son los menos. Por ahora, los datos del día a día y lo que se ve en la calle permiten afirmar que seguimos reptando por el fondo sin ver todavía cuándo vamos a salir a la superficie para respirar.

Que ésta es la oscura realidad de Sevilla lo reflejaba con dramáticos porcentajes el barómetro socioeconómico sobre la ciudad que cada año elabora Antonio Pascual para la Fundación Antares y que nos pone por delante el cuadro de una Sevilla asolada y desolada. Sin querer sacralizar los estudios de opinión, sí hay que reconocerles el mérito de que son un magnífico instrumento para percibir cómo se ve una sociedad a sí misma en un momento determinado. Y el reflejo que da Sevilla sería para echarse a temblar si nos estuviésemos ya más que curados de espanto: la ciudad está parada en todos los sentidos y tiene pocas esperanzas, por no decir ninguna, de que se vaya a poner en marcha en un plazo razonable. Unan a esa sensación, que es general y nacional, la muy particular y local del desencanto por la gestión municipal de un Zoido que hizo creer a una mayoría que llegaba a la Alcaldía con una varita mágica capaz de solucionar todos los problemas y completarán un cuadro propio de los desastres de Goya.

Quizás lo más preocupante de la situación que refleja el barómetro sea que retrata a Sevilla como ciudad desesperanzada y con la autoestima por los suelos. Entre las razones por las que nadie o casi nadie ve el final del túnel no es la menor la falta de referentes sociales y de liderazgo capaz de despertar un mínimo de ilusión en el futuro. Aquí nadie sabe quién está dibujando la Sevilla de después de la crisis o si se está dibujando. De ello hay que responsabilizar a los políticos mediocres que nos han tocado en esta difícil situación. Pero no sólo a ellos, también hay que repartir culpas entre todo el entramado social que conforma la vida de una ciudad como la nuestra. Esos liderazgos y esos referentes son una necesidad si queremos abandonar el pesimismo y apuntarnos al futuro con alguna garantía de éxito. Sevilla necesita que la sacudan para que la despierten y para que sea consciente de que hay un camino hacia adelante. En los próximos años nos vamos a jugar lo que vaya a ser esta ciudad para unas cuantas décadas, las que van a seguir a la gran depresión en la que todavía estamos sumidos. No debemos arriesgarnos a perder también ese tren y condenarnos de por vida a la desolación.

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