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Brindis al sol

Alberto González Troyano

Las Atarazanas de Ginebra

LA noticia ha circulado poco, pero cuando menos en Sevilla debería prestársele atención, ya que lo sucedido en Ginebra es un buen ejemplo. En la capital suiza, los 7.000 metros cuadrados del Museo de Arte e Historia, construido en 1910, necesitaban ampliación y reformas. El proyecto ganador del concurso, convocado por el ayuntamiento, fue el del arquitecto francés Jean Nouvel, el mismo que también llevó a cabo la última intervención en el Museo Reina Sofía. Las características de las innovaciones propuestas movilizaron a una población que solía dar muestras más bien de pasividad ante este tipo de acontecimientos locales. Pero su presupuesto, más de 120 millones, y, sobre todo, la ingeniosa "idea" de elevar un restaurante panorámico que sobrevolase el edificio, terminó por soliviantar, por una vez, la paz ciudadana. Dado que las escasas modificaciones de Nouvelen el plan tampoco convencieron -hay egos arquitectónicos difíciles de moldear- y dado también que la efervescencia crítica ganaba cada día más las calles, el Ayuntamiento se vio obligado a promover una consulta el 28 de febrero. El rechazo ha sido mayoritario: el 54%. Y el Ayuntamiento debe reiniciar la situación a partir de cero.

Lo sucedido no es transportable a Sevilla, porque los paralelismos son escasos entre uno y otro caso. Pero hay algo que se puede aprender del ejemplo de los ginebrinos. La reforma del museo ha conmovido la tradicional apatía de la ciudad respecto a su patrimonio. De pronto, para sorpresa de autoridades y promotores, ha surgido una llamada a "concienciar" (una palabra ya olvidada) a la gente para que comprendan que las transformaciones de sus monumentos atañen no solo su mirada cotidiana, también la lectura de su pasado, su sensibilidad y su historia. El dilema, al tener que elegir, ha empujado a informarse, dialogar, hablar de presupuestos, pensar en el significado del patrimonio, en el poder de la memoria, en el papel de la arquitectura, en la función de los museos. Trece organizaciones cívicas se han coordinado para difundir los proyectos, repartir folletos, impulsar foros y debates. Se ha creado, pues, casi de la nada, una opinión pública que no sólo ha ganado la consulta, también se dispone a estar en lo sucesivo vigilante y crítica frente al poder reverencial ostentando por despachos de políticos y gabinetes de expertos. Y ésta es la lección transportable a Sevilla: lo significativo no es el caso concreto que ahora puede estar en juego, lo que importa es crear, por fin, en la ciudad una bien coordinada opinión cívica.

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