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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Las Atarazanas, la ciudad y el fracaso

La rehabilitación de las Atarazanas es un ejemplo más de lo poco que le importan a Sevilla sus fracasos

Esperemos, porque sería lo lógico, que, a no mucho tardar, quizás en cuestión de semanas, el lío de la rehabilitación de las Atarazanas se deshaga y pueda por fin afrontarse el proyecto para que la ciudad gane, para su uso y su disfrute, lo que con toda seguridad es uno de los principales ejemplos europeos de la arquitectura civil de su época. Pero las Atarazanas ya siempre quedarán en la memoria de los sevillanos preocupados por su patrimonio como un ejemplo de la desidia y la inoperancia de una ciudad a la que parece que le gusta revolcarse en sus fracasos. Y todo lo que ha acompañado a este proyecto es la plasmación de un fracaso en el que cabe repartir las culpas entre muchos de los actores y en el que parece que los únicos que han sabido mantener la bandera de la racionalidad son los que, teóricamente, venían de fuera: la Fundación La Caixa que asumió un compromiso de financiación que ha mantenido inalterable y que siempre ha estado en disposición de allanar dificultades y buscar acuerdos. Todo lo contrario cabe decir de la Consejería de Cultura de la Junta, que ha demostrado escasa capacidad de resolución y que ha postergado un proyecto que es importante para Sevilla.

Pero, más que analizar aquí en profundidad los últimos acontecimientos en torno a las Atarazanas -en otras páginas de este periódico encontrará el lector información detallada-, conviene resaltar lo poco que le importan a Sevilla sus fracasos. La rehabilitación del astillero medieval es sólo un ejemplo que ha saltado estos días a las páginas de la actualidad local, pero ahí tienen plenamente vigente los de los túneles de la SE-40, la conexión del aeropuerto con la ciudad, la reordenación del tráfico en el centro, el definitivo, o no, desbloqueo de la ampliación del Metro y todos lo que ustedes quieran añadir a esta lista.

Son proyectos que se eternizan ante la desidia de unas administraciones para las que la ciudad nunca es una prioridad y la indiferencia de una ciudadanía que parece que lo mismo le da ocho que ochenta. O, mejor dicho, la desidia administrativa es consecuencia directa de la indiferencia ciudadana. En tiempos tan difíciles como los que ya estamos pasando y lo que están por venir, Sevilla no puede permitirse el lujo de no movilizar todos sus recursos y no poner marcha todos los proyectos que sean capaces de revitalizar a la ciudad. No sabemos cuánto tiempo vamos a tardar en recuperar una normalidad total. Pero más nos vale tomarnos en serio el futuro de Sevilla. Casos como el del bloqueo de las Atarazanas es un ejemplo claro de lo que no nos podemos permitir.

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