jorge Benavides / solís

Atarazanas: discrepancia positiva y lección ciudadana

El autor considera que no se trata de una reconstrucción, ni tampoco de una restauración porque imperativamente se destinará a un nuevo uso para satisfacer necesidades actuales

DISENTIR en su doble dirección brinda la posibilidad de enriquecer las opiniones. La democracia lo hace posible. En el lado opuesto, la unanimidad de grupo, da la apariencia de certeza sin embargo no evita la sospecha. Las mayorías absolutas son propensas a ello. Otra cosa es el consenso, en este caso entendido como un "acuerdo producido por consentimiento" entre todos los residentes en Sevilla; al menos de quienes se preocupan por la casa de todos: la ciudad. En ello estamos. Que la discrepancia se convierta en una verdadera lección ciudadana de confluencia. La intervención en las Atarazanas deberá ser técnicamente correcta, culturalmente respetuosa y socialmente eficaz. De eso se trata.

Me sumo a la solicitud de Adepa para que se haga la exposición pública del proyecto y, si fuera necesario, un referéndum similar al que, por ejemplo, se hizo acerca del proyecto para la ampliación del edificio neoclásico del Museo Histórico de Ginebra (febrero 2016). ¿Mala costumbre suiza? Depende de la Junta, propietaria y de la Fundación Bancaria Caixa D'Estalvis i Pensions Barcelona, beneficiaria de la concesión durante 20 años, para el aprovechamiento de las "Atarazanas (como): un espacio de diálogo con América". Esta nueva forma de privatización del patrimonio público no me simpatiza, pero dentro del capitalismo globalizado ni los políticos socialistas han conseguido evitarla.

Nadie que ha publicado sobre el tema ha puesto en duda la singular importancia del BIC. Existen opiniones confluyentes en cuanto a la necesidad de rescatarlo cuanto antes pero divergentes con referencia a la forma de intervenir en él tomando en cuenta sus particulares características arquitectónicas, su contexto histórico (biografía y cambios de usos), su entorno urbano (integración al tejido vivo de la ciudad) y la teoría actual sobre la intervención en el patrimonio cultural urbano.

En Diario de Sevilla (14-04-16 y 21-04-16) he leído las sendas opiniones de mis colegas Fernando Mendoza y José Luis de Justo Alpañés, profesionales de reconocida solvencia y prestigio con las cuales discrepo y aprovecho para estimular una mínima pedagogía social con la pretensión de enriquecer la opinión pública y publicada.

Pienso que sobre este tema, en cuanto a la legalidad, son los letrados quienes mejor que yo podrían opinar, lo cual no quiere decir que haya impedimento para hacerlo pero bajo la condición de separar la doctrina (normas, jurisprudencia, cartas nacionales e internacionales) de la teoría (arte, diseño, filosofía).

El componente legal es un requerimiento de obligado cumplimiento. Las leyes, normas y ordenanzas no están sujetas a una libre interpretación, en cambio, la doctrina que recogen las Cartas Internacionales no siempre son vinculantes.

En esta situación, las instituciones públicas y de gobierno tienen la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de la Ley. La Gerencia de Urbanismo, la delegación de Cultura y por lo tanto, la consejería de Cultura e incluso -se supone- el ministerio han aprobado el proyecto de intervención.

Sobre la Historia de este monumento, Matilde Fernández Rojas ha publicado un libro resultado de una esforzada investigación publicada por la Diputación de Sevilla.

Para un arquitecto, un intelectual o un ciudadano, el punto nuclear de discrepancia está en la forma de intervenir en las Atarazanas, o sea en las consideraciones teóricas, técnicas y éticas que aquí y ahora deben sustentar el proyecto de intervención en las Atarazanas. No se trata de una reconstrucción ni tampoco de una restauración porque imperativamente se destinará a un nuevo uso para satisfacer necesidades actuales.

Si no hubiese sido por el relleno, ¿cuáles habrían sido los efectos que en los esbeltos pilares del terremoto de Lisboa (1755) al que Voltaire dedicó un poema, uno de los mayores de la Historia: 8,7 en la escala de Richter? Lo sé, no es suficiente justificación para mantenerlo. Es fácil hacer una simulación para evidenciar cuáles habrían sido los resultados. El azar nos favoreció. Mantenerlo no es perjudicial y resultaría ser una justificación de reversibilidad hasta que haya determinación política y posibilidad financiera para quitarlo bajo el imperativo lógico de saber, más allá del disfrute espacial tal como defendía Ruskin en el siglo XIX, con qué finalidad: ¿un museo marítimo más para competir con los de Valencia y Barcelona?

Para descender los seis metros hasta al suelo original que se ha reclamado, en parte inclinado hacia el río, serían imprescindibles: escalera, rampa y ascensor lo cual obligaría a ocupar una considerable área que alteraría completamente la percepción del imponente espacio perseguido.

Por otra parte, si todos los periodos históricos anteriores al nuestro han dejado sus huellas materiales en el Monumento, ¿por qué razones tendríamos que limitarnos a respetar sólo aquellas y renunciar a aportar las de nuestro tiempo en el que la globalización capitalista ha cambiado hasta nuestra forma íntima de relacionarnos? Sevilla se ha convertido en una ciudad de servicios. Implantar un uso sociocultural entre la Catedral, el Postigo, la Torre del Oro y el río no está mal, es dignificar el área y poner a disposición de la ciudad una gran lonja que incluiría un espacio didáctico de excavación para descubrir la muralla y una gran pantalla en la que sugiero incluir la proyección de un vídeo animado de en alta definición y formato sobre la Historia de Sevilla, de las Atarazanas y de sus relaciones con América y el Mundo.

La National Gallery of Art de Washington se ha convertido en uno de los principales puntos de encuentro gracias a que restaurante y cafetería ofrecen sus servicios a bajos precios. En el Prado sucede todo lo contrario. Los jóvenes y amigos se citan en el Pompidou. Los museos y centros culturales están dejando de ser lo que eran. Procuran interactuar con la gente.

Por eso digo: el problema no es renunciar y limitarse a rescatar un determinado uso y estado del monumento sino de enriquecerlo con coherente respeto bajo tres principios: buen gusto, autenticidad y reversibilidad.

¿Por qué se guarda silencio sobre la gestión de este futuro centro?

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios