SI hay una institución a la que resulta más cómodo mudarse de instalación aprovechando las fechas navideñas es a una universidad. La Hispalense, para trasladar Derecho y Ciencias del Trabajo al nuevo edificio junto a Viapol, prolongó aún más el periodo de parón y suspendió las clases una semana antes. Ha tenido 23 días, 23, para ultimar la mudanza y el funcionamiento del nuevo edificio sin tener por medio a los alumnos. Y en la primera jornada de clases no ha sido capaz de garantizar la normalidad del Decíamos ayer... que Fray Luis de León inmortalizó en su retorno a las aulas tras salir de prisión. Las universidades no pueden ser consideradas el territorio de la excelencia y la innovación si el primer día de una facultad en su nueva sede, en fecha planificada con mucha antelación, no se puede abrir la biblioteca.

En la sociedad actual, con prestación de servicios casi ininterrumpidamente, se complican aún más las mudanzas físicas y tecnológicas que han de realizar bancos, centros comerciales, medios de comunicación y empresas de multitud de sectores cuyo funcionamiento está ligado a servidores informáticos. Para consumar el cambio no tienen 23 días, sino horas y menos de 24, rebañando las de una madrugada. Ese es el mundo real que se van a encontrar los estudiantes de Ciencias del Trabajo. El de la universidad es un paisaje atrapado en el tiempo.

Confío en que, cuando se rematen las tareas pendientes, profesores y estudiantes eleven el nivel intelectual de la vida académica y recule en el orden de prioridades la gestión de un aparcamiento rotatorio para coches de estudiantes. Ahí sí somos una potencia. ¿Sería posible una experiencia de desarrollo sostenible y que todo alumno que entre motorizado en dicho parking llegue con otros cuatro más a bordo gracias a pactar una hoja de ruta, en lugar de añadir a la zona contaminación y coches encaramados en las aceras?