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FERNANDO FACES

Austeridad y crecimiento

Los países acreedores deben colaborar con los deudores en la reducción de la deuda y de su costo financiero mediante la mutualización de los pasivos y el apoyo decidido del BCE

TRAS el anuncio de la EPA de los más de seis millones de parados y el jarro de agua helada del FMI pronosticando un lustro de bajo crecimiento de la economía Española, todos estábamos expectantes del acuerdo del Consejo de Ministros del día de ayer sobre el Plan de Estabilidad Financiera y el Plan Nacional de Reformas. De su aceptación y credibilidad dependerá que Bruselas y nos conceda un alivio en el cumplimiento del calendario de reducción del déficit.

En las dos últimas semanas el paradigma de "austeridad antes que crecimiento" ha sido puesto en cuestión por el FMI y la OCDE. La propia Comisión Europea ha flexibilizado su postura. Es evidente que los países que con mayor rigor están cumpliendo con los objetivos de austeridad, son precisamente aquellos que están entrando nuevamente en una profunda recesión. El FMI admitía que se había equivocado y que los multiplicadores del aumento de los impuestos y reducción del gasto público sobre el PIB, eran más negativos que lo que inicialmente se había supuesto, y que las políticas de austeridad excesivas, ejecutadas en un corto espacio de tiempo podrían dar al traste con la recuperación. Un aldabonazo en la conciencia y responsabilidad de los gobernantes europeos y de la Comisión Europea, al cual, no obstante, intentan hacer oídos sordos Alemania y los países del norte. Las previsiones del Informe de Perspectivas Económicas del FMI para España y los países del sur vienen a confirmar esta preocupación. Según el FMI, España continuará en recesión en 2014, para posteriormente continuar con una fase de semiestancamiento con crecimiento por debajo del 1,5% y tasas de desempleo superiores al 20% en el próximo lustro.

Ante estas terroríficas previsiones, la reflexión sobre las políticas de recuperación de Europa es absolutamente necesaria. No se trata renunciar a la consolidación fiscal y la reducción de la deuda, sino más bien de diseñar un calendario, suficientemente amplio, que permita la compatibilidad entre las políticas de ajuste y las políticas de crecimiento. Esto requiere que en el ámbito europeo los países acreedores colaboren con los deudores en la reducción de la deuda pública y de su costo financiero, mediante la mutualización de los pasivos y el apoyo decidido del BCE al sostenimiento de la deuda. También requiere la compensación de las políticas restrictivas de los países del sur, con las políticas expansivas de la demanda interna de los países del norte, sobre todo Alemania. A medio plazo es necesario acelerar la Unión Bancaria y Presupuestaria, mediante cesiones crecientes de soberanía, que posibiliten la mutualización de los pasivos públicos y bancarios y la reducción del coste del endeudamiento de los países del sur.

Un elemento adicional a la reflexión es el varapalo que han asestado tres investigadores de la Universidad de Massachusetts al nuevo paradigma de los profesores de Harvard, Rehinard y Rogoff, de gran influencia en todos los políticos de los países desarrollados y especialmente en Europa del Norte, que establece que a partir de una deuda pública superior al 90% del PIB el crecimiento se hace negativo. La revisión por parte de los investigadores de Massachusetts, de los métodos y datos manejados y de los errores cometidos, invalidan esta afirmación, y afirman que aunque la causalidad deuda-crecimiento sigue siendo válida, opera en las dos direcciones, siendo falsa la afirmación que a partir del 90% el crecimiento es negativo. Todos estos hechos han contribuido a una reflexión y revisión del paradigma de austeridad. Alemania teme que la relajación y complacencia en los ajustes presupuestarios acompañen a la relajación e incumplimiento de las reformas estructurales, necesarias para la mejora de la competitividad.

España y los países del sur deben de acelerar el tiempo de ejecución de las reformas, a cambio de un calendario de amortización de la deuda más relajado. Se trata de diseñar calendarios con cuotas de amortización de la deuda pública ligada a las tasas de crecimiento más suaves en el inicio y más potentes al final, una vez que la recuperación ya esté en marcha. Un plan de ajuste de austeridad dinámico y progresivo, ligado al ritmo de crecimiento.

El Consejo de Ministros del día de ayer ha presentado un cuadro macroeconómico para los próximos años más realista, aunque siga estando por encima del consenso de mercado. En 2014 la económica española comenzará a crecer a una tasa del 0,5%, todavía insuficiente para reducir el paro. La inflación se reducirá hasta el 1,5% y la balanza en cuenta corriente alcanzará el 2% de superávit, lo cual indica que nuestras necesidades de financiación y el costo financiero se reducirán, así como nuestra dependencia externa. Los desequilibrios macroeconómicos se están reduciendo con una confianza creciente de los mercados financieros. Según el ministro De Guindos, España está asentando las bases de la confianza y estabilidad para un crecimiento del empleo en los próximos años.

El plan de estabilidad plantea un ajuste a medio plazo, hasta el año 2016 en el que se conseguirá el 3% de déficit público. En el año 2013 el objetivo será del 6,3% del PIB. Más de un lustro de ajuste fiscal, que tiene que ser compatible con el inicio de las políticas de estímulo al crecimiento.

Junto al Plan de Estabilidad el Gobierno ha presentado un Plan Nacional de Nuevas Reformas. Se aumentarán algunos impuestos especiales, medioambientales y bancarios, pero no el IRPF ni el IVA. También se suprimirán deducciones y desgravaciones que afectan al Impuesto de Sociedades.

Otras reformas anunciadas se refieren a las administraciones públicas, a la ley de apoyo a los emprendedores, a la internacionalización de las empresas, a la racionalización normativa, a la ley de desindesaxión de la economía que afectará a las pensiones y los salarios, a la liberalización de los servicios profesionales, al código de buenas prácticas de las empresas, a la liberalización energética de comunicaciones y transporte y a la ley de Unidad de Mercado. También se anuncian 40 mil millones para la financiación de las Pymes. En fin, un plan de ajustes y reformas en el que por primera vez se intenta compaginar la austeridad en un calendario más largo, con las políticas de crecimiento.

No obstante, el tiempo para las reformas se está agotando, y la fatiga reformista está agotando la paciencia de los ciudadanos. El Gobierno continúa desgranando una interminable lista de reformas, que nos la da en dosis cada vez más grandes. Todavía no llegamos a vislumbrar el cuadro completo, el destino y la meta final. Probablemente, la credibilidad, la pedagogía, y la capacidad de comunicación, sea la última asignatura pendiente.

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