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LA cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea logró ayer en Bruselas un importante acuerdo que suscriben 23 de los 27 socios, con el Reino Unido como el principal descolgado. Los 17 países de la Zona Euro más Polonia, Dinamarca, Rumanía, Bulgaria, Letonia y Lituania pactaron, precisamente por el veto británico a una reforma del Tratado, una nueva fórmula que asegure la supervivencia del euro: la firma en un plazo muy corto -no más allá de marzo- de un acuerdo internacional que fije un pacto fiscal para todas estas economías, incluyendo un régimen sancionador y herramientas para atajar la crisis de las deudas soberanas, aunque persista la incertidumbre por la negativa a que el Banco Central inyecte más dinero para este fin. La fórmula elegida, como se esperaba, sigue las tesis que defienden Angela Merkel, canciller alemana, y Nicolas Sarkozy, presidente francés. De hecho, el cumplimiento de la reducción del déficit se mantiene invariable y no dudamos que es, a largo plazo, positivo para todos los socios y también para España, que está dispuesta a más reformas. Sin embargo, pese a estos pasos positivos que se pretenden dar hacia a una nueva Europa, desde la perspectiva española fiarlo todo a la austeridad puede ser negativo a corto plazo, porque la amenaza de recesión es real. Además de control del gasto y una minoración de la presión sobre la deuda, España necesita crecer para crear empleo, porque ése es nuestro mayor problema: el paro. Si reducimos gasto pero no crecemos, sólo se generará más desempleo. Por ello es importante que los países que nos exigen austeridad tomen también conciencia de que deben emprender políticas que generen demanda interna y permitan crecer a las economías más frágiles del euro, descartada una flexibilización de los plazos en la contención del déficit. Respecto al autoaislamiento decidido por el Reino Unido, para proteger sus centros financieros -el principal, la city londinense-, es la lógica consecuencia de su política de no ceder soberanía ni sumarse al euro. Aunque quizás deberían preguntarse si tiene sentido pertenecer a la UE en esos términos.

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