SALVO breves periodos de espejismo se antoja claro que nunca hemos podido competir en PIB con los países de nuestro entorno. A excepción de aquellos delirantes años en los que pensábamos que íbamos a superar en ese indicador a Francia, a Italia o a Alemania, siempre hemos ido bastante por detrás de ellos. Y no hablemos del sur del sur. Por eso, quizá para consolarnos, o para no aceptar esas verdades evidentes, solíamos -y todavía lo hacemos- apelar a magnitudes inmateriales que, según nuestra particular cosmogonía económica, no sólo hacían que confluyéramos con los bárbaros del norte, sino que los superáramos en calidad de vida: "son más ricos sí, pero, ¿y el olor a azahar en un patio cordobés?, ¿y el azul de nuestro cielo?, ¿y nuestra secular tolerancia con las tres culturas?; ¿y la conversación tranquila, pausada en el ágora?". Que curren ellos, concluíamos cegados de soberbia. Nos alegrábamos de creernos en la cúspide de eso que se ha dado en llamar como el indicador alternativo al PIB: la Felicidad Interior Neta, que intenta medir el índice de bienestar de una nación. Bien es cierto que algunos críticos escribieron hace poco que ampliar estadísticas económicas es una gran idea,..pero también conllevan riesgos: la simple posibilidad de ver a políticos pagados de sí mismos diciendo a la gente cómo son de felices es puramente orwelliana.
Esta semana se ha publicado en numerosos periódicos y semanarios el Índice de Bienestar que elabora la OCDE. De las 36 naciones analizadas, y que encabezan las de siempre, esto es, Suecia, Noruega..., España se sitúa en el puesto número 20. Es decir, que tampoco en ese Índice para una Vida Mejor que se construyó a partir de las recomendaciones de una comisión dirigida por los premios Nobel Stiglitz y Sen entramos, en contra de lo que nos gusta creer, en la Champions League. El Indicador evalúa parámetros como vivienda, educación, medio ambiente, compromiso cívico, salud, satisfacción ante la vida...y llama la atención, en el caso español, lo lejos que nos situamos de la media OCDE (74%) en la proporción de adultos con un título de educación secundaria (54%), o que nos ubiquemos entre los países más desiguales en cuanto a renta se refiere: la población que ocupa el 20% superior de la escala de ingresos gana más de seis veces lo que percibe la población que ocupa el 20% inferior. Quienes deseen bucear más en estos datos alternativos pueden acudir a www.oecdbetterlifeindex.org.
Los atardeceres lentos en Bajo de Guía, la danza cadenciosa de nuestros caballos pueden ser impagables, pero a lo mejor no son suficientes.
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