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Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

Otro 11-M

La crisis explosiva del 11-M enseñó el grave riegos en el que incurren los dirigentes políticos que intentan aprovechar el impacto de la opinión pública para sacar rédito electoral. O se es Churchill (sólo os puedo prometer sangre, sudor y lágrimas) o se es Aznar (créanme, ha sido ETA). Al principio de esta semana, el PP levantó la tregua de cautela que había establecido ante la crisis del coronavirus y los periodistas del revoltijo -los que nunca oyen y están incapacitados para el silencio- ya se habían lanzado al cuello del Gobierno por haber alentado las concentraciones feministas del 8-M. Sólo la manifiesta imprudencia de Ortega Smith y el ridículo señalamiento de los próceres de Vox a Pedro Sánchez por no haberle prohibido su acto de Vistalegre calmaron a los enfebrecidos polemistas. Éste es un tiempo para la sensatez, el sosiego y el seguimiento de las recomendaciones y prohibiciones de los gobiernos, quien quiera hacer política partidista debería ser enviado al cuarto de los indignos, estancia donde Emiliano García Page tiene un lugar preferencial. Y Pablo Iglesias, quien una vez más fue poseído por su naturaleza pueril y se presentó en el Consejo de Ministros, rompiendo la cuarentena que se exige a todos los españoles. Es el momento de la concordia, de las informaciones veraces y del agradecimiento a los sanitarios. Lo demás, sobra.

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