DENTRO de diez días se consumará el relevo en la Jefatura del Estado con la coronación de don Felipe como nuevo Rey de España. Así habrá terminado un rápido proceso sucesorio, tras el inesperado anuncio de la abdicación por parte de don Juan Carlos en la mañana del lunes. Esta rapidez en los plazos se ha conseguido gracias al entendimiento parlamentario entre PP y PSOE para interpretar lo previsto, más o menos, en el texto constitucional.

Lo que han hecho es lo prácticamente obligado en estos momentos, en los que los resultados de las elecciones europeas han abierto la puerta a una cierta incertidumbre sobre la pervivencia del actual modelo bipartidista. Han originado una crisis profunda en el PSOE y la obligación de hacer una lectura, interna y sosegada, pero realista, en el seno del PP. Lo de serena y sosegada es porque, cuando se está gobernando, las prioridades no son los problemas de partido.

Sin embargo, esta actuación conjunta de los dos grandes partidos no ha sido compartida por otras fuerzas, a la izquierda del PSOE y algunos movimientos sociales. Ellos abogan por una redefinición, con consulta popular incluida, del modelo de Estado. Es decir, monarquía o república. Por supuesto, que tienen derecho y ganas de plantearlo, por eso lo hacen, pero también deben reconocer que, por parte de quien gobierna, existe la obligación de cumplir escrupulosamente la Constitución. No hay que tener miedo a las reformas, pero hay que ser cauteloso con el respeto a los tiempos y a las formas.

Es evidente que esta reivindicación no va a desaparecer de la agenda de esas formaciones y se merecen una respuesta democráticamente coherente. Ya somos maduros, y el futuro Rey, Felipe VI, también lo es, y sabe que sus primeros pasos deben encaminarse a ganarse la simpatía, el afecto y la adhesión popular que logró su padre en los primeros años de su reinado. Cierto es que, en los treinta y nueve años transcurridos, han pasado muchas cosas, y algunas no han favorecido la imagen de la Casa Real. Muchos, por edad o desmemoria, sólo recuerdan los últimos tiempos. Pero quienes vivimos, e intentábamos contar, lo que pasaba en los tiempos de la Transición, no podemos olvidar lo que el Rey significó en aquellos tiempos. Hubo una madrugada del 23-F que fue crucial, pero también hubo mucho más.

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