Azul Klein

Charo Ramos

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Bailar por España

El centenario de Antonio Ruiz Soler es una ocasión única para que Sevilla se una en torno al genio de la danza

Una de las muchas deudas de la cultura con Cádiz, que anda postulándose con fuerza para acoger el X Congreso de la Lengua Española, es haber sido la ciudad donde abrió los ojos Manuel de Falla. El compositor, todavía un inmejorable embajador ante el mundo de los méritos de nuestro país y de la historia de la España peregrina en la primera mitad del siglo XX, conforma uno de los pilares musicales del Ballet Nacional, que encontró en El sombrero de tres picos una de las banderas de su repertorio gracias a la insuperable coreografía de Antonio el bailarín. La historia democrática de este país es en gran medida la del BNE, que ahora dirige el sevillano Rubén Olmo. Discípulo de Falla, Ernesto Halffter compuso la Fantasía galaica que pudimos disfrutar de jueves a domingo en el Teatro de la Maestranza, y donde Antonio Ruiz Soler volvió a demostrar su habilidad, gracia e innovación a la hora de estilizar el folclore ibérico, en este caso, los ritmos y danzas gallegos como la muñeira. Es ese legado de grandeza, esfuerzo y muchas horas de estudio, que en el caso de Antonio el bailarín arrancaron en su infancia sevillana y en la academia de Realito, el que trajo en estreno absoluto al Teatro de la Maestranza el Ballet Nacional de España, la primera institución que se ha tomado en serio el centenario del nacimiento de uno de los mejores artistas españoles de todos los tiempos.

A quien acudiera a cualquiera de las cuatro funciones le sorprendía que un teatro que estaba por debajo del 30% de su aforo transmitiera tanto calor y aplausos como si funcionara al 100%, y eso incluía la respuesta de niños y adolescentes que acudían con sus profesores de conservatorio desde toda la provincia para ver en movimiento un catálogo de bailes que se resisten a ser arqueología. Las evaluaciones técnicas de la Delegación de Sanidad, que en otras capitales no revisan espectáculo a espectáculo la distancia del metro y medio, llevan tiempo dificultando el trabajo del Maestranza, un teatro donde participa el Ministerio de Cultura y podemos ver ambiciosas producciones nacionales -de ópera, zarzuela o danza- que, de otro modo, pasarían de largo por Andalucía. Esas recomendaciones, como se sabe, estuvieron a punto de frustrar estas funciones, como ya ocurrió con las del Centro Dramático Nacional en el Teatro Central. La consejera Patricia del Pozo tiene ahora una ocasión perfecta para resarcirse de las dudas que esas cancelaciones han creado sobre su defensa de las artes escénicas implicándose con decisión presupuestaria en el centenario de Antonio Ruiz Soler, un compromiso que también debe asumir el Ayuntamiento (aquí no valen excusas ni demagogia). Si van de la mano, tal vez logren estar a la altura de lo que ya ha demostrado el Ballet Nacional de España.

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