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Baratillero de platino

Otto Moeckel von Friess cumple 75 años como hermano de la cofradía a la que ha dado todo

SevillaNo de la quinta del 29. Tiene el oro del Baratillo en una medalla oficial, como tiene la plata de la Real Maestranza de la que es ilustre vecino. Cumple 75 años como baratillero el año en que un alemán ha dejado cierto cargo para irse a rezar. Qué feliz estaba Otto Moeckel cuando la fumata blanca anunció en 2005 un Pontífice germano como sus padres. Porque Otto Moeckel tiene sangre paterna de Sajonia y materna de Baviera. Su tío fue el primer ingeniero de la compañía Sevillana de Electricidad, a la que hasta hace pocos años se llamaba con el solo uso del gentilicio cuando había un corte de luz. "Llama a Sevillana a ver qué ha pasado..." Y no había más que una Sevillana. Cuánto deben muchos pueblos de la provincia a aquellos Moeckel que electrificaron las calles y plazas. Llevaron la luz a muchos municipios. Padre ingeniero, tío ingeniero. Y un niño creciendo en la casa familiar del Paseo de Colón, en el ambiente del negocio familiar de la calle Adriano... Y el niño se inscribió en el Baratillo en 1938 pagando una cuota de entrada de cinco pesetas. Le dieron un doscientos y pico como número de hermano. Y entonces debía pagar doce cuotas de una peseta cada una.

Sevillano recto que no entiende de compadreos en la ciudad de los compadres. Gente a la que respetaba mucho le pidió ayuda para ser hermano mayor. Y no traicionó nunca sus principios. Si el aspirante no valía, no valía. Las cosas de la hermandad van por un carril y la de los afectos por otro. Nunca le gustaron las mezclas en cuestiones de circulación, como siguen sin gustarle los grupitos en las hermandades. Ay, cuánta sapiencia hay en esa teoría de los grupitos.

Hombre de traje todo el año, carpeta de piel, andar veloz, ojos claros escrutadores, amante de la disciplina, del mire usted para arrancar un argumento, de la dialéctica apoyada en la experiencia, en la Historia y en el dedo índice, de la mediación entre las partes para restablecer el orden en cualquier relación entre hermanos de la cofradía, parientes o amigos y, por supuestísimo, de las misas en latín y del uso del reclinatorio.

Cumple 75 años como hermano del Baratillo quien le ha dado absolutamente todo al Baratillo, no porque lo digan los libros, que lo dicen; sino porque todo el que se precie de ser buen baratillero o amante de la cofradía de la Piedad, lo sabe. Y sabe que don Otto jamás ha reclamado protagonismos, ni páginas de boletín, ni estas torpes líneas. Celoso de su libertad de opinión y de voto en todos los órdenes, sobre todo en el seno la hermandad. No se dejó condicionar ni siendo hermano mayor su hijo.

-D. Otto, parece que su hijo es ya el único candidato a hermano mayor del Baratillo. ¿Que alegría para usted, verdad?

-Si lo hace bien, una satisfacción. Si lo hace mal, doble disgusto.

Y otro día, acabado el culto, comenzó un refrigerio al que se quedó el sacerdote oficiante. Pasado un tiempo prudencial, don Otto le indicó con suma habilidad y tacto que ya era el momento de que el cura, de riguroso clergyman, se marchara a casa y no estuviera en tertulias como un cofrade más. Porque el cura es el cura. Y los cofrades ya se sabe cómo son. "¿Le voy pidiendo el taxi, don...? Le acompaño a esperarlo".

El mejor elogio de su persona se lo oímos al inolvidable Daniel Jiménez Quirós la noche del homenaje en el Hotel Inglaterra: "Otto es una persona a la que jamás he oído hablar mal de nadie".

El Papa alemán no abandona la cruz. Su paisano tampoco abandona el Baratillo. El Papa es emérito. Don Otto ya es de platino. Y lleva la electricidad en los genes.

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