La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Barberá: tarde e inútil

Mezclar información, sátira y espectáculo es tan peligroso como todo lo que apela más a las emociones que a la razón

El circo mediático-político tiene dos pistas que funcionan a la vez. En una la información se confunde con el espectáculo de los linchamientos que vulneran la presunción de inocencia para mayor beneficio de los otros partidos y regocijo popular. En la otra la información se confunde también con el espectáculo, pero de pornografía sentimental que explota la desgracia provocada por la primera pista. Quienes disfrutan con la crueldad de la primera se ponen sentimentales con la pornografía de la segunda y hasta se permiten condenar el linchamiento. Y quien hasta ayer era malo se convierte en bueno, pasando de despreciado condenado sin juicio a víctima compadecida.

El martes Rita Barberá, pese a no haber sido juzgada, era el denostado símbolo de la corrupción del PP valenciano y el miércoles era una víctima del linchamiento político-mediático. Es lógico y humano -salvo para los impresentables desalmados de Unidos Podemos y las ratas de las redes- diferenciar a la persona cuya muerte se siente del político cuyas acciones se critican. Pero también ha habido espectáculo, hasta mostrando indecentemente como se sacaba el cuerpo del hotel, e hipocresía, reconociéndose demasiado tarde hasta por sus opositores lo mucho que por lo visto había hecho por Valencia (algo que nadie habría reconocido, aunque fuera cierto, de seguir viva) y condenándose, también demasiado tarde, el linchamiento que supone la vulneración de la presunción de inocencia. Todo para nada. Ni el "escándalo" de la noche de Alcásser sirvió para frenar la telebasura ni la muerte de Barberá servirá para frenar los linchamientos político-mediáticos.

Los medios de masas han fundido información, sátira y espectáculo. La información ha de ser veraz y estar referida a asuntos públicos de interés general. La sátira, en cambio, según la definición de Matthew Hodgart en su obra de referencia, "considera tradicionalmente la política como un negocio sucio" al que critica con ingeniosa virulencia. Yendo a las fuentes basta recordar Los caballeros de Aristófanes: "Para gobernar al pueblo no hacen falta hombres provistos de buena cultura y de buena educación. Se necesitan ignorantes que, además, sean unos granujas". Y el espectáculo es una diversión pública que persigue el beneficio económico. Mezclarlos es tan peligroso como todo lo que apela más a las emociones primarias que a la razón. Pero se seguirá haciendo.

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