CUENTAN desde Barcelona que anda la afición azulgrana rezando para que Pep Guardiola vuelva de vacaciones y retome el mando de las operaciones tan pronto como sea posible. Y no por sus sesiones de entrenamiento ni por su depurado verbo, sino para que Joan Laporta regrese de nuevo a las oficinas y no salga más en ninguna comparecencia pública. Y es que no se ha conocido un aprovechamiento menor que el que ha hecho el presidente del Barcelona de una gesta como el triplete. Será su carácter.

El Barcelona, más bien su actual presidente, ha dilapidado en apenas un mes el cuantioso capital recolectado durante un año de ensueño. El equipo entrenado por Guardiola y liderado por Xavi, que no Messi, ganó en nueve meses la Liga de Campeones, la Liga y la Copa del Rey con un fútbol excelso, de esos que se recordarán dentro de muchos años cuando se explique a la gente lo que es jugar bien, muy bien, al fútbol.

Pero Joan Laporta, enfrascado en sus complejos, en vez de potenciar lo suyo, se ha encargado de enterrar el legado al hablar un día sí y otro también del eterno rival, que le ha quitado foco, con declaraciones más o menos demagógicas. Será su carácter.

A esto se une la nefasta solución a la salida de Samuel Eto'o, el hombre que marcó el primer gol azulgrana en la Champions League de 2006 y el mismo que abrió el fuego de la victoria en la final de la Liga de Campeones de 2009. Históricamente, el Barcelona se ha valido del mismo despilfarro que ahora parece criticar para llevar al Camp Nou a Luis Suárez, a Bernd Schuster, a Diego Armando Maradona, a Ronaldo, a Ronaldinho... E históricamente, como va a pasar ahora con el camerunés, todos esos cracks han salido rebotados de Barcelona. Serán los complejos del Barça. O su carácter, como le dijo el escorpión a la rana.