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El problema es que siempre tuvo cara de culpable. Y no lo supieron ver. Bárcenas, digo. Ahora, he leído, va por 30 años de condena. Y ha conseguido que el PP sea condenado por un Tribunal. Muuu fuerte. ¿Se considera alguien responsable de alguna responsabilidad? Que yo sepa, nadie. Es más, estoy seguro de que alguien me lee ahora y está esperando a ver si hablo de las otras corrupciones, de las mariscadas, de los lupanares. De la Andalucía de los ERE. Del tú, más. Si son todos, se diluye en el paisaje de unos años en los que vivimos a lo loco, ¿verdad? Pues no, sólo de Bárcenas deseo hablar, del que siempre tuvo cara de culpable y al que no le vieron, o sí pero no, el tamaño del dinero que guardaba en el exterior. Ni el cómo se puede hacer un fortunón de aquella manera llevando la contabilidad de un partido político. El alcalde de Badalona saldrá por la puerta por tener una cuenta en un paraíso fiscal y Bárcenas tenía de todo, como el ex Honorable y su familia. Que ni por longevo entrará en prisión, pues no se abre la primera sesión del juicio definitivo a un modo particular de la odiosa corrupción, capítulos sucesivos de la odiosa impunidad, que es el hecho indiscutiblemente más odioso de todos estos años de la vida española. Una novela se merece, pero de Stephen King. O mejor de Simenon, sí de George Simenon. Porque la novela es el modo de explicar la complejidad de la vida, con arte. Es el hilo argumental de un grueso sumario metido en un legajo enorme, lleno de verosimilitud. O de unas Memorias futuras. ¿Se imaginan? Barcenas, toda la verdad, por Luis Bárcenas. O Los Pujol, confesión de parte. Lo de Rajoy podía ser de antología, un poco como si Esperanza Aguirre hablara de sus métodos de selección de estrechos colaboradores. El engaño, Rajoy cuenta el caso Bárcenas. Me encantaría. Somos muy poco paleocatólicos, no nos confesamos, los confesionarios están ya sin curas esperando a los penitentes. Ni penitentes hay, por supuesto. En Soto del Real, donde ya ha cumplido una parte de la condena, podía empezar a redactar la demolición de una época llena de nombres propios que ahora mismo son anónimos. Los que iban a los restaurantes con los sobres que llenaron la Caja B del PP y de donde se pagaron todas las corrupciones y salió el dinero para las cuentas suizas. O a la misma sede de Génova, que ahora se sabe que se pagó -en parte- con esos dineros. Bárcenas es la pesadilla del nuevo PP, el barreno del antiguo. Lo tóxico.

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