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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

'Bareír'

TODO suena igual. Casi todo suena igual en este Festival de Eurovisión. Barei hubiera sido una excepcional representante hace unos veinte años, canción en inglés incluida, pero en 2016 Say yay! es uno de esos sonsonetes que se amontonan en los oídos europeos, una Europa que se extiende por Kamchatka, Tel Aviv y Australia. Con una original, o al menos sorprendente, puesta en escena la madrileña anglófila podría arañar el top 10, nuestra meta más alta, pero no fabriquemos más ilusiones de la cuenta. De los últimos años la que mereció más fue nuestra Pastora Soler. La canción de España es normalita, los ingredientes convencionales y la voz, aceptable. El coro de Barei, que parece notable, puede ser un punto de distinción este sábado.

Sobre el debate, ya cansino, de inglés o castellano (hablamos de participar en un programa internacional de TV, no de escribir una novela), en este caso no es cuestión cultural, sino patrimonial. Casi de marketing. Nuestro idioma tiene que seguir siendo un estandarte nacional. Hay que mandar temas e intérpretes más osados y formados (lo de este año al menos detecta que en TVE se lo han tomado con más aspiraciones) y, es deseable, que sea en nuestra lengua. Si hay que recurrir al inglés, para hacer cosquillas al televoto, que sea con algo que merezca mucho la pena. Y no es el caso de Barei.

Eurovisión es un inmenso talent cuyo triunfo se gesta durante tres meses para dar un zarpazo en tres minutos. Todo empieza a sonar igual, por lo que es difícil hallar la fórmula para sonar distinto y gustar. Hasta la canción favorita de este año, la rusa, es una copia de la sueca que ganó en 2015. Pero los rusos por peso, influencia y presencia en cualquier año eurovisivo llevan mucha ventaja sobre cualquier otro participante. Este año ganarán sobre todo por geoestrategia. Un detalle de lo imposible que se ha puesto vencer (o convencer siquiera) en Eurovisión a un país escorado, en el mapa y en la cultura continental, como el nuestro.

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